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El 11 de Diciembre de 1964 el comandante Che Guevara pronunció en una asamblea de la ONU esta frase: «sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando». Reconocidas están también sus actitudes y expresiones homófobas en diferentes momentos de su vida. Guevara continua siendo en algunas esferas y contextos idolatrado como un personaje revolucionario que luchó para la transformación social. Esta idolatría se aleja de lo que los estudios de masculinidades ya apuntaron desde hace décadas: la masculinidad tradicional dominante es la que ejerce la violencia por tanto no puede ser referente para ningún cambio social.  

A pesar de esta evidencia científica tan clara, así como el posicionamiento de los artículos 1 y 3 de la Declaración de los Derechos Humanos que ejemplifican el rechazo a la violencia; seguimos observando cierta admiración hacia hombres públicos, como actores, políticos y cantantes; que de forma consciente la han utilizado y en ocasiones han hecho alarde de ella. De hecho, recientemente estamos viendo en redes sociales y en otros medios de comunicación como esta legitimación se manifiesta ante acontecimientos atroces como una Guerra. 

La doble moral que existe ante hombres que ejercen la violencia pero que se les “perdona” justificando que tienen planteamientos “progresistas” es nefasta. Nunca un hombre que desea mejorar la sociedad utilizará la violencia como herramienta de transformación porque es incompatible. Las evidencias que existen sobre el impacto social de las Nuevas Masculinidades Alternativas dejan muy claro esta incompatibilidad y muestran un claro rechazo a la violencia. Además aportan unas actitudes claras para acabar con esta doble moral: vaciar de atractivo y de deseo a la violencia y la maldad. Es esta la verdadera transformación que aporta una alternativa, la que va más allá del status quo existente que no modifica nada. 

Che Guevara no era un revolucionario, ni nunca lo fue, como tampoco lo son las personas que lo mitifican no habiendo conseguido ninguna alternativa de las anteriormente mencionadas. Estas personas se dejan llevar por el postureo de un discurso coercitivo dominante que no comporta un cambio social. Ante todo esto fijemos, por ejemplo, en historias como la de Álex y su solidaridad con el pueblo de Ucrania, que sí que ejemplifican la alternativa solidaria para la mejora de la vida de las personas.

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