La percepción de los futbolistas profesionales sobre el acoso y las bromas
Decía el célebre dramaturgo Eugene Ionescu que “donde no hay humor, no hay humanidad (…)”. Cierto es que bromear puede en ocasiones contribuir a destensar una situación o hasta a alegrar un momento de tristeza, pero ¿todo el mundo entiende el humor correctamente? Una broma es graciosa cuando todas las personas involucradas se ríen y, sobretodo, cuando dicho chiste no supone una ofensa de mal gusto para ninguna persona o colectivo que esté o no presente en el momento del chiste o de la broma.
En esta misma línea, en el artículo It can be a “very fine line”: Professional footballers’ perceptions of the conceptual divide between bullying and banter, publicado en la revista ‘Frontiers in Psychology’, se debate sobre los límites de una broma o de un chiste en el campo de fútbol, cuando este hecho se transforma en acoso y deja de ser una situación cómoda para las personas implicadas. Se entrevistaron a 18 futbolistas profesionales masculinos de tres clubes de fútbol de la Premier League y de la Championship para analizar dónde se debería establecer la “fina línea” entre lo que podría ser considerado una broma o no, en cuyo caso sería un acoso.
Según el estudio, determinar la “fina línea” implica tener en cuenta factores como la «percepción», la «intencionalidad», la «detección de la línea» y el «permitir un poco de broma”. Entre los resultados del análisis realizado se vio que la percepción de qué es una broma y qué es acoso pasa también por las “diferencias individuales entre los jugadores y la cultura del contexto del fútbol profesional”, justificando que esta “fina línea” no queda bien clara, ya que se trata de un contexto que lo legitima como “humor típico del fútbol” y en el que se piensa que no debería extrapolarse más allá de lo vivido en el terreno de juego.
Entre las conclusiones del equipo investigador también se comenta que para poder determinar y acabar de dibujar el límite entre broma y acoso, todo el mundo debería implicarse, desde los mismos entrenadores hasta los jugadores y los clubes. Si un jugador ‘bromea’ sobre otro y la broma resulta que es un acoso, es responsabilidad de todos los implicados transformar esa situación y educar para que no se repita. Está demostrado que el fútbol puede ser un espacio libre de violencia y que, de esta manera, se convierte en un fútbol muy alejado del tradicional; se transforma en un fútbol alternativo y mucho mejor.