A pesar que el metro de Nueva York sea estadísticamente un espacio muy seguro, la seguridad sigue siendo una importante preocupación de muchas personas que trabajan en pro de su seguridad. Uno de los motivos de esta preocupación está en el aumento de los delitos más graves en un 5% respecto al año anterior, incluso los asesinatos desde 2018. Como fue el caso de la asiaticoamericana Michelle Go, que mientras esperaba un tren en la estación de metro de Times Square, un hombre la empujó por detrás cuando entraba el tren a las estación, arroyándola y llegándola a matar. Un delito de odio contra las personas asiáticas en el metro que provocó que muchas personas volvieran a sentirse inseguras en este entorno público.
Según The Guardian, esta realidad está ocasionado que se esté trabajando por un replanteamiento del concepto de seguridad desde la multidisciplinariedad. Son ejemplo las aportaciones de profesionales que abordan el acoso callejero, que señalan la importancia de incluir el comportamiento amenazante, más allá de la violencia física registrada. Pues advierten que el acoso no siempre se denuncia, y, por tanto, las mediciones oficiales no siempre reflejan con exactitud las experiencias de las mujeres, y especialmente de la mujeres racializadas, que se encuentran afectadas desproporcionadamente por las conductas inapropiadas. Esto puede ocasionar que sobre papel se perciba como más seguro, pero si se pregunta a la comunidad la respuesta es que no se sienten más seguras. Lo cual se explica a partir de la existencia de una falta de sensación de protección, es decir, la percepción que se tienen de la comunidad de si va a actuar. Por tanto, es clave pensar en la forma en que se han visto modificadas nuestras vidas para que nos sintamos inseguras, y no solo solucionarlo con un aumento de la vigilancia policial, sino también en discutir sobre las formas prácticas de abordar la sensación de seguridad, por ejemplo, cómo organizar la iluminación o la disposición del personal para ayudar.
Las aportaciones desde el análisis de estadísticas criminales del Departamento de Nueva York, subrayan que el metro sigue siendo un espacio seguro, aunque el descenso de pasajeros durante la pandemia ha favorecido a que las personas delincuentes se sientan más valentonadas al saber que nadie va a intervenir y actuar para proteger a la víctima.
Otra contribución, desde la Autoridad Metropolitana del Transporte, incide en atender las necesidades de las personas que albergan el metro, y que tienen un mayor riesgo de interacción negativa debido a sus condiciones, como son las personas sin hogar, problemas de salud mental o abuso de sustancias. Lo cual implica llevar a este espacio público estrategias para ayudar a estas personas, y así, también, proteger a las personas usuarias de experiencias que pueden vulnerar su seguridad.
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