Ayer me llegó la noticia de que Oxfam había eliminado de sus tiendas un juego de mesa protagonizado por “mujeres inspiradoras” porque personas transgénero y no binarias se habían quejado de que no se “respetaba todo los géneros”. Todavía quedan muchísimas mujeres que destacaron y destacan en todos los campos y que han sido, y siguen siendo, sistemáticamente invisibilizadas. Eliminar opciones como un juego infantil en el que el que estas mujeres puedan acercarse a la infancia no tiene ningún sentido. Es más desde la Herstory se cuestiona el imaginario colectivo que se ha construido desde el androcentrismo y se impulsan materiales, plataformas, recursos, para conseguir precisamente que esas mujeres no sean omitidas, negadas, excluidas, invisibilizadas de la narración socio-histórica que es patrimonio de toda la humanidad. Porque las mujeres integramos la mitad de la humanidad. Total, una fruslería, aunque, aproximadamente, seamos 3 811 500 000 personas. No parece que preocupe especialmente respetarnos como grupo social cuando se nos invisibiliza.
Identificar al colectivo trans en bloque con esta opinión del grupo de personas quejosas no se corresponde con la verdad, eso ya lo sabemos. Todo esto tiene su origen en un conflicto importado que nos ha caído encima, porque como señala la filósofa Elizabeth Duval en Después de lo trans (2021, La Caja books), “no surge de una causa orgánica dentro del movimiento LGTB ni del movimiento feminista español, con sus particularidades, sino que se construye artificialmente y crece a partir de polémicas del ámbito anglosajón”. Con lucidez recuerda, por ejemplo, que en nuestro contexto “ las personas trans no son tantas y las personas no binarias son menos, así que a la hora de otorgar derechos hay que observar que precedentes jurídicos sientan”. Por ejemplo destaca en relación al reconocimiento en una categoría registral específica: “me parece que ignoran los peligros de hacer pública y abierta este tipo de clasificación, particularmente si el estado cambiara en algún momento de gobernantes”, porque esto va de política señala. Las batallas de la izquierda, concluye : “Deben dar la batalla dentro de sí por sus ideas[…], pero no convertir sus batallas en guerras si no se libran contra sus verdadero adversarios”.
Nuestro adversario común es la ultraderecha. Pero en lugar de centrarnos en lo importante andamos eliminando juegos de mesa visibilizando a mujeres relevantes, pioneras en muchos campos. Haciendo el juego a la ultraderecha. Ayudándoles en su trabajo sucio.
En lugar de traspasar límites, se trasladan. Se mantiene el mismo poder, el masculino hegemónico tradicional. Se elimina un binarismo (masculino/femenino), pero se sustituye por otro (cis/trans). Y se impone un reduccionismo brutal. Mientras las mujeres feministas con las que me identifico, defendemos que las mujeres trans son mujeres como nosotras, desde una parte del movimiento trans se decide, sin contar con nosotras, que identificarnos como mujeres es transfobia. Se nos impide elegir y expresar nuestra propia identidad. Y se nos mete en un mismo saco: a heteros, lesbianas, bisexuales… todas al saco y todas cis. Sin preguntarnos, y ojito con no estar de acuerdo. Se invisibilizan nuestros deseos, nuestras necesidades laborales, afectivas, sexuales, culturales…
Si hablamos de partos o endometriosis somos transfobas. Si decimos que estamos preñadas somos transfobas. Si somos madres lactantes somos transfobas. Se inventa un neolenguaje que nos elimina. Pero si un hombre trans se preña y decide dar de mamar a su bebé, se ofrecen entrevistas en los medios de comunicación que se aplaudirán. ¿No hablamos de preñez, no hablamos de lactancia?. ¿O en realidad hablamos de otra cosa que está cruzada por el poder, nuevamente un poder masculino?. Porque no es lo mismo transitar hacia el poder que hacia la invisibilización. Porque sonar, suena igual que el poder masculino hegemónico de siempre, al que se asimilan estos comportamientos que consideran transfobas a las mujeres que hablan de exactamente lo mismo que algunos hombres trans. Lo mismito de toda la vida, vamos.
Ceder a la presión del poder no es respetar derechos, porque cuando hablamos de derechos hablamos siempre de ampliarlos a toda la ciudadanía, no de conseguir derechos para una parte de la población a costa de restringir los derechos de otra parte, en esta ocasión , de las mujeres. Nadie debe perder derechos y todo el mundo debemos ganarlos. Pero para eso debemos saber a quién tenemos delante y a quién al lado.
Cuando alguien nos llama transfobas por decir que elegimos ser mujeres y que nadie tiene derecho a elegir por nosotras, se nos está negando nuestra identidad y nuestra libertad. Pero también hay consecuencias ligadas a nuestra vida cotidiana, cuando se nos llama transfobas al defender que por nuestra biología, por ejemplo, los infartos de miocardio presentan síntomas distintos en los hombres y en las mujeres, y esto hace que muchas mujeres mueran por diagnósticos erróneos, se nos cuestiona nuestro derecho a la vida y a la salud.
Habría también que reflexionar sobre la relación que existe entre nuestra invisibilización como mujeres, y los negocios ligados a un inmenso poder económico, y consecuentemente de acción, como las farmacéuticas, por ejemplo.
Parte del movimiento trans nos dice que las feministas (todas de nuevo en el mismo saco, olvidando que somos diversas, que nos posicionamos en lugares diferentes) estamos en su contra, pero olvidan que hemos estado y seguimos estando a su lado defendiendo sus derechos ante la ultraderecha, que hemos investigado desde nuestras disciplinas e incorporado a nuestras aulas las identidades diversas, porque forman parte de los Derechos Humanos. Y lo hemos hecho, además, junto a hombres muy alejados de la masculinidad hegemónica tradicional. Algunas de las personas que nos insultan, que nos etiquetan, que nos invisibilizan, nunca han pasado de la teoría a la práctica, nunca han bajado a la realidad para transformar la desigualdad. Que un juego infantil en el que la infancia pueda acercarse a mujeres que lograron superar la desigualdad, en ocasiones en contextos muy difíciles, en ámbitos en los que la masculinidad hegemónica tradicional esparcía su caspa libremente, se considere irrespetuoso, es un sinsentido educativo. Es importante saber quién es nuestro adversario. Y nosotras no lo somos.
Comparte esto:
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Reddit (Se abre en una ventana nueva)
- Más