La trata de seres humanos con fines de explotación sexual es una grave problemática que tiene un impacto en todo el mundo. Diversas investigaciones han destacado la importancia de la implicación de la sociedad civil y de diferentes sectores de la sociedad para su prevención y superación. Uno de los sectores clave es el hotelero. Algunas iniciativas han promovido campañas en hoteles para formar al personal de cara a detectar posibles víctimas de trata. La industria del turismo no ha dejado de crecer y han ido surgiendo nuevas opciones de alojamiento como el alquiler de apartamentos a través de plataformas digitales. Desde la investigación se ha detectado una posible transferencia de la trata, que antes se producía en hoteles, a apartamentos privados. 

El artículo Sharing is caring? Hosts discussions on sex trafficking in AirBnB accommodation, publicado en la revista científica “Anatolia. An International Journal of Tourism and Hospitality Research”, profundiza en la relación entre la plataforma de alquiler de apartamentos privados AirBnB y la prevención de la trata con fines de explotación sexual. En la investigación analizaron los mensajes publicados en un foro, dentro de la comunidad AirBnB, en el que escriben anfitriones, es decir, propietarios de alojamientos en alquiler. En el análisis encontraron que algunos anfitriones y anfitrionas buscaron ayuda y posibles soluciones para prevenir la explotación sexual. Es el primer estudio que analiza esta vinculación.

En el foro analizado, quienes tienen pisos en alquiler en la plataforma AirBnB, conocidos como anfitriones, plantearon preguntas sobre cómo actuar, responder y buscar ayuda cuando detectan posibles situaciones de explotación sexual en sus alojamientos. Ante estas peticiones, otros anfitriones y anfitrionas daban consejos basados en otras estrategias que ellos o ellas hicieron antes, en los errores que cometieron y en sus experiencias. Por ejemplo, sugirieron soluciones como proponer un mínimo de noches de estancia, normas de la casa en relación a la prohibición de visitas, del límite de personas por habitación, vigilancia con cámaras en el exterior de la propiedad, la prohibición de reservas instantáneas y la imposibilidad de que los lugareños puedan alquilar el apartamento.

Estas ideas surgían de cada anfitrión particular, encontrando una falta de apoyo por parte de AirBnB. Cuando algún anfitrión pedía consejo a AirBnB sobre esta problemática, no se sentía respaldado ya que no recibían respuesta o les derivaban a realizar protocolos de investigación policial, reclamar la devolución del dinero o que los anfitriones se hicieran cargo de los costes y/o daños. Además de no sentirse respaldados, algunos anfitriones tienen miedo a posibles represalias a la hora de hacer valoraciones negativas sobre algunos huéspedes o a situaciones de violencia directa cuando les solicitan que abandonen el alojamiento. También se sienten inseguros e inseguras ante las posibles críticas de huéspedes potenciales. Todo ello les dificulta la acción ante la prevención o detección de casos de trata. 

La investigación pone de manifiesto que los anfitriones y las anfitrionas tienen que sortear la problemática de la explotación sexual según sus propios valores éticos, la legislación de cada país y la percepción individual que cada persona tenga sobre la trata, las víctimas y si se posiciona o no a favor de ellas. No obstante, la investigación también deja evidente que la mayoría de anfitriones y anfitrionas no se preocupa solo por su propiedad y su seguridad, sino por las víctimas de explotación sexual y quieren contribuir a su prevención de manera activa.