Sabemos que tanto mujeres como hombres se preocupan de hacer ejercicio físico para encontrarse y para verse mejor. De hecho, según la encuesta de hábitos deportivos del Ministerio de Cultura y Deporte (2020), el porcentaje de mujeres abonadas a gimnasios sigue superando al de hombres. Sin embargo, este es un escenario en el que a lo largo de los años muchas de ellas se han sentido incómodas.
La literatura científica ha tratado el tema desde hace décadas. En un estudio, de 1996, se observó que las mujeres recibían “un bombardeo” de miradas y atención no deseada, incluidos comentarios sexistas, por parte de los hombres en los gimnasios. En otro estudio, de 1995, se analiza el programa Mentors in violence y, lejos de culpabilizar al entorno deportivo y a los atletas por esos abusos sexuales, se centra en hacerles ver cómo, de qué maneras, el liderazgo de esos chicos y esos hombres puede ser la clave a la hora de reducir la violencia hacia las mujeres.
En un estudio de 2018, se demuestra cómo para algunos hombres el hecho de ver a otros tratando a las mujeres como objetos sexuales disminuye la probabilidad de que actúen como upstanders para detener situaciones de agresión sexual de las que son testigos después. Hay “evidencias de que las normas misóginas de los pares intensifican la adhesión de los hombres a una masculinidad hegemónica”. Es decir, que muchos hombres optan por “entrar en ese juego”, “seguir el rollo” a esos hombres que hacen comentarios desagradables e incomodan con miradas, gestos o incluso tocando a las mujeres que hay en un mismo espacio.
En los gimnasios, como en muchos otros entornos, no es raro ver cómo muchos hombres muestran esa masculinidad tradicional dominante. Flecha, Puigvert y Ríos definen en su publicación en RIMCIS International Multidisciplinary Journal of Social Science diferentes modelos de masculinidad. La tradicional dominante y la tradicional oprimida no contribuyen a la superación de la violencia de género, mientras que las nuevas masculinidades alternativas (NAM por sus siglas en inglés) sí lo hacen, ya que se posicionan y actúan de una u otra manera para detener cualquier agresión.
Algunos hombres de masculinidad tradicional dominante, esos que ven a las mujeres como presas que cazar, no solo las acosan, incomodan e intimidan, sino que también suelen atacar a otros hombres precisamente por no “seguirles el rollo”, es decir, por no adherirse al mismo modelo de masculinidad. Menosprecio, burlas… Quienes tratan de pararles los pies suelen recibir más ataques y con más intensidad, precisamente por haberse posicionado del lado de la víctima. Es lo que en la más reciente literatura científica se ha llamado “violencia de género aisladora”: los agresores atacan a quienes defienden a las víctimas para conseguir aislar a unos y a otras.
Realmente, son nuestros actos los que nos acercan o nos alejan de uno u otro modelo de masculinidad. Entonces, todos los hombres podemos marcar la diferencia de diferentes maneras para que ninguna persona se sienta atacada ni incómoda en un entorno como el gimnasio, donde acudimos precisamente para sentirnos bien y cuidarnos. Uno de los artículos mencionados antes propone diferentes maneras en que los testigos de situaciones de acoso en los gimnasios pueden intervenir, de forma más o menos directa. Una de ellas es la distracción: si un hombre hace un comentario sexista sobre una mujer que está cerca, otro hombre puede, como poco, pasar del comentario, dejando en paz a la mujer, y hablar de cualquier otra cosa o hacer una pregunta relacionada con los ejercicios que están haciendo ellos. Hace un tiempo, a un youtuber muy conocido en el mundo de la musculación y el fitness le preguntaba un seguidor: “¿Qué puedo hacer para gustarle a una chica que va a mi gimnasio? ¿Qué le digo?”. A esto, el hombre respondió: “Lo más importante: déjala que acabe su entrenamiento en paz”.
Las nuevas masculinidades alternativas presentan gran diversidad. Lo que tienen en común estos hombres es la seguridad, los buenos valores y el posicionamiento ante toda violencia; una combinación que además aumenta su atractivo. Seamos como seamos, podemos marcar la diferencia en situaciones como las que sufren muchísimas mujeres en el mundo. Una de las claves de las NAM para ganar esa seguridad es la amistad y el apoyo de otros hombres, por lo que es muy importante que intentemos rodearnos de gente “más NAM”.
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