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William Shakespeare es, sin duda, uno de los mejores y más célebres escritores de la literatura universal. No solo por la calidad literaria de sus obras y su gran capacidad para transmitir la vida interior de sus personajes en historias que conectan con vivencias, pensamientos y sentimientos profundamente humanos; sino también por cómo nos conmueve intelectual y emocionalmente la forma en la que usa el lenguaje. Tal es así, que la revista científica “Cortex”, dedicada al estudio de la cognición y de la relación entre el sistema nervioso y los procesos mentales, publicó en 2013 la investigación titulada How Shakespeare tempests the brain: Neuroimaging insights.

El estudio identificó 36 ejemplos en las obras de Shakespeare de un recurso llamado “functional shift” (FS) a través del que el escritor utiliza una palabra semánticamente apropiada en un contexto sintácticamente inapropiado, como el uso de sustantivos como si fueran verbos o el uso de adjetivos como si fueran sustantivos. En una sesión de una hora y media, las personas participantes fueron expuestas a la lectura de fragmentos de obras de Skakespeare que contenían FS y a fragmentos similares en los que se sustituía este recurso por estructuras de lenguaje comunes. Durante la prueba, los estímulos cerebrales se registraron a través de imágenes de resonancia magnética con el fin de investigar la activación cerebral. Los resultados mostraron que las frases que contenían FS provocaban una activación cerebral significativa más allá de las regiones clásicamente activadas por las tareas lingüísticas típicas, incluyendo el núcleo caudado izquierdo, la circunvolución frontal inferior derecha y la circunvolución temporal inferior derecha.

Aunque el equipo investigador señala que estos efectos no son exclusivos de la obra de Shakespeare ni seguramente se deban únicamente al uso de este y otros recursos lingüísticos atípicos, sí se indica que las mejores obras literarias incluyen además gran variedad de recursos retóricos (metáfora, sinécdoque, metonimia…) capaces de desafiar a nuestro cerebro ¡y provocar auténticas tempestades neuronales!

Nunca es solo cuestión de entretenimiento. Cuidar lo que leemos, lo que escuchamos, los productos audiovisuales que consumimos, las interacciones y diálogos que establecemos, lo que pensamos… sabemos que es clave en nuestras vidas, también para nuestra salud cerebral.

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