Le llamaban Tiger. Era un estudiante de secundaria que no estaba muy bien considerado en clase. No era popular, no tenía grandes amistades, no resultaba atractivo. Tiger era muy consciente de su posición. El resto de estudiantes no buscaba su compañía. Lo etiquetaban como empollón. Incluso le dirigían insultos orientados a menospreciar su tipo de masculinidad. Fue entonces cuando Tiger comenzó a sabotear la clase de inglés, que era un clase opcional que se ofrecía al alumnado que tenía el inglés como segunda lengua. El alumnado se reía de sus comentarios. Por sus salidas de tono, Tiger se convirtió en foco de la atención de la docente y del alumnado. La situación siguió empeorando. Tiger estaba a punto de perder la posibilidad de acudir a esas clases.
Este es el caso que se describe en un artículo de investigación titulado “”Doing funny” and performing masculinity: An immigrant adolescent boy’s identity negotiation and language learning in one US ESL classroom” (“Haciéndose el gracioso” y performando la masculinidad: la negociación de la identidad de un estudiante adolescente inmigrante y el aprendizaje de lenguas en una clase de inglés como segunda lengua en Estados Unidos).
Este adolescente pasa de tener las características de una masculinidad tradicional oprimida a transformarse en una masculinidad tradicional dominante. Pretende ganar popularidad a costa del bienestar y las oportunidades de aprendizaje de las demás personas. La masculinidad tradicional dominante se impone así por la fuerza, pero necesita de la connivencia de los testigos para imponerse.
La investigación ha demostrado que este tipo de masculinidad repercute negativamente tanto en el aprendizaje como en la convivencia, pero la investigación también ha demostrado que existen alternativas. Hay acciones educativas que transforman el contexto escolar para fomentar así que las masculinidades tradicionales dominantes pierdan visibilidad y atracción, y que, en cambio, las nuevas masculinidades alternativas sean legitimadas, se conviertan en atractivas, y generen así un ambiente en el que prevalezcan las buenas relaciones, la solidaridad y las oportunidades reales para el aprendizaje de todo el alumnado. Se puede hacer en todas las asignaturas, en todas las escuelas, en todos los contextos. La clave es basarse en las acciones educativas que las evidencias científicas de impacto social ofrecen a toda la ciudadanía.
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