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 “Mantén tu cerebro ilusionado, activo, hazlo funcionar y nunca degenerará”. Esta frase define muy bien el espíritu y la personalidad tanto humana como científica de Rita Levi Montalcini. Para ella, lo importante era vivir bien, y con eso se refería a mantener vivas las curiosidades, las pasiones y las buenas relaciones. Hagamos un pequeño repaso de la vida de esta gran mujer.

Rita Levi Montalcini nació un 22 de abril del año 1909 en la ciudad de Turín, Italia. Fue, juntamente con su hermana gemela, la pequeña de cuatro hermanos de una familia judía sefardí por la parte paterna. Aunque su padre, matemático y de mentalidad tradicional, no aprobaba que las mujeres se dedicaran a una carrera profesional que les hiciera descuidar sus tareas de madres y esposas, Rita Levi, de espíritu independiente, decidió, influenciada también por la muerte de cáncer de su antigua niñera y amiga, estudiar medicina. Consiguió finalmente el apoyo de su padre y realizó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Turín. La relación con su madre fue muy especial. Rita Levi estaba orgullosa de la influencia decisiva de su madre en su manera de ser y de actuar. Para ella su madre era una mujer extremadamente sensible, una artista, tímida y reservada, interesada por la visión del mundo, pero siempre actuaba desde la discreción y el respeto a la personalidad de los demás. Para Rita Levi fue un buen modelo a seguir. 

Rita Levi se licenció e inició los estudios de especialidad en neurología y psiquiatría. Su motivación desde sus inicios académicos se centró en el estudio del sistema nervioso y se quedó en la Universidad trabajando con el profesor Giuseppe Levi (sin parentesco con ella) quién influyó sobre ella y otros estudiantes sobre el rigor con el que se deben abordar las cuestiones científicas, es decir, sobre el interés científico, la seriedad y la honestidad.

A partir del año 1938 no pudo continuar sus estudios en la universidad debido a la proclamación de las leyes raciales decretadas por Mussolini, Il Manifesto per la Difessa della Razza, que negaban a los judíos, entre otras cosas, el derecho a los puestos de investigación. Pero Rita Levi siempre busco soluciones y alternativas para seguir adelante con sus pasiones. Viajó a Bélgica para continuar con su investigación sobre la diferenciación del sistema nervioso hasta que, en 1940, debido a la invasión alemana de Bélgica, volvió a Turín donde creó un pequeño laboratorio en su dormitorio particular. 

En 1943, ella y su familia tuvieron que huir de nuevo y esconderse del ejército nazi en un pueblo al sur de Florencia. A pesar de encontrarse en situaciones muy precarias, Rita Levi no dejó nunca de trabajar y los descubrimientos realizados en esa época sobre substancias que hoy se conocen como factores neurotróficos fueron la base de sus investigaciones posteriores. 

No pudo volver a su trabajo en la Universidad de Turín hasta que no finalizó la Segunda Guerra Mundial. En el año 1947 fue invitada por el profesor Viktor Hamburger y ello le dio la oportunidad de continuar con su investigación en la Universidad de Washington en St. Louis (Missouri, EE.UU.). Vivió y trabajó allí durante 30 años, durante los cuales descubrió la proteína que liberan las células nerviosas y que atrae el crecimiento de las ramificaciones de las neuronas vecinas. 

Viajó a Brasil invitada por el profesor Carlo Chagas del Instituto de Biofísica de la Universidad de Río de Janeiro. Los experimentos realizados en dicho instituto le permitieron identificar el factor de crecimiento de las células neuronales. Al volver a St. Louis formó equipo con Stanley Cohen, bioquímico. Utilizando el sistema in vitro que Rita Levi había diseñado, realizaron la primera caracterización bioquímica de este factor de crecimiento. Este descubrimiento hizo que, ambos recibieran en el año 1986 el Premio Nobel en Fisiología o Medicina. Llevaban años trabajando juntos y en una ocasión, Stan dijo a Rita: “You and I are good, but together we are wonderful”, frase que reflejaba cómo la colaboración entre ambos científicos hizo que sus aportaciones fueran mejores e importantísimas para la neurociencia, mucho más que si hubieran trabajado individualmente. 

Debemos destacar, aparte de sus aportaciones científicas, el humanismo y los valores humanos que demostró a lo largo de su trayectoria de vida. Al recibir el Premio Nobel, Rita Levi destacó que conocía a más de ochenta Premios Nobel y que podía decir que no eran ni mejores ni peores que el resto de los mortales. Para ella solo merecían un respeto especial aquellas personas que viven en harmonía con sus principios éticos y que recibir el Nobel es solo una cuestión de suerte. 

Desde que recibió este reconocimiento, Rita Levi fue invitada para asistir a diversos actos públicos, pero ella únicamente se dispuso a participar siempre y cuando éstos tuvieran fines humanitarios y recibió muchos otros reconocimientos y premios, tanto relacionados con la ciencia como con los valores humanos. Fue miembro de las más prestigiosas academias científicas como la Accademia Nazionale dei Lincei, la Academia Pontificia, la Academia de Ciencias, la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y la Royal Society. También fue directora (desde el año 1993 hasta el año 1998) del Istituto della Enciclopedia Italiana.

Fundó y presidió la Fundación que lleva su nombre, Rita Levi-Montalcini, desde la cual ofreció becas y apoyo educativo para que mujeres africanas pudieran formarse. Su reconocida labor también fue destacada en el año 2001 siendo nombrada senadora vitalicia por el Presidente de la República Italiana. 

Trabajadora tenaz e incansable, en el año 2002 fundó y presidió el European Brain Research Institute (EBRI) en el que estuvo trabajando intensamente hasta sus últimos días. Murió el 30 de diciembre del 2012, a la edad de 103 años. 

Al cumplir 100 años, Rita Levi nos mandó un mensaje lleno de esperanza y energía: “A los cien años, tengo una mente que es superior a la que tenía a los 20, gracias a la experiencia”. 

La frase que Stanley Cohen le dijo un día a Rita Levi, “You and I are good, but together we are wonderful” nos sirve mucho para afrontar mejor el actual momento que estamos viviendo en relación con la crisis del COVID-19 y también refleja algunas de las situaciones que viven diferentes personas. Trabajando juntos nos estamos dando cuenta que somos maravillosos. Ejemplos hay muchos, pero por mencionar algunos vemos a la ciudadanía colaborando en la creación mascarillas en sus domicilios, imprimiendo protecciones y respiraderos en impresiones 3D, realizando acciones para proteger a los más vulnerables y a las mujeres víctimas de la violencia de género, atendiendo a los mayores, llamando y preocupándonos por nuestros amigos, familiares, vecinos, etc., creando uniones en los merecidos aplausos que cada día realizamos a los profesionales de la salud y muchas otras acciones más. Sabemos que juntos somos mejores, también lo saben los profesionales sanitarios que están como unos verdaderos héroes en primera línea atendiéndonos cada día en los centros hospitalarios y trabajando codo con codo. Rita Levi decía que nuestra manera de actuar influye en el sistema inmunitario, que es el sistema que nos defiende de los virus y las bacterias. Actuaciones solidarias y maravillosas como estas nos ayudan también en el refuerzo de nuestras defensas. 

Los científicos de diferentes lugares del mundo saben muy bien también que trabajando solidariamente y compartiendo pequeños hallazgos en sus investigaciones podrán lograr mejores resultados en esa búsqueda de un fármaco y/o vacuna que logre controlar este virus. Como publicábamos en DF en una edición anterior, el director general de la OMS ha anunciado que se ha puesto en marcha un gran ensayo clínico a nivel mundial en el que participan, por el momento, diez países y se espera que se unan muchos más. Para superar esta crisis que está afectando a toda la humanidad debemos, más que nunca, unirnos y trabajar solidariamente porque “you and I are good, but together we are wonderful”.

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