La organización Women’s Refugee Commission (WRC) trabaja con personas refugiadas, organizaciones locales, proveedores de servicios y agencias humanitarias internacionales con el propósito de conseguir que la ayuda humanitaria garantice los derechos y la protección de quienes han huido de cualquier conflicto bélico, el terror y la barbarie o de una catástrofe provocada por un desastre natural. Según se explica desde la organización, nacida en 1989, las mujeres, las niñas y los niños refugiados eran antes prácticamente invisibles. Sus fundadoras -Liv Ullman, Catherine O’Neill, Susan Forbes Martin y Susan Alberti-, todas ellas mujeres refugiadas en su momento, la crearon con la intención de transformar esa realidad.
Actualmente Women’s Refugee Commission lidera la investigación y la defensa de la igualdad de género y la resiliencia en la respuesta humanitaria, habiendo conquistado cambios muy importantes en la programación de la agenda para la ayuda humanitaria. Algunos de los más destacables son un mayor acceso a la atención de la salud sexual y reproductiva desde el inicio mismo de una emergencia; el aumento de la probabilidad de encontrar un trabajo digno y seguro y también una mayor inclusión de sus voces, incluidas las de los colectivos más vulnerables, como las personas desplazadas con diversidad funcional, en la toma de decisiones que afectan a sus vidas. Otro logro trascendental es la visibilización de la violencia sexual y la incorporación de protocolos y mecanismos para prevenirla y responder a la misma.
El trabajo en red a través de la colaboración con otras organizaciones locales y nacionales y con agencias humanitarias, donantes y personas desplazadas contribuye a generar un mayor efecto en todo el mundo, impulsando programas y políticas destinados a garantizar la seguridad, la atención sanitaria, la autonomía y el desarrollo de las personas desplazadas así como que se respeten y protejan sus derechos.
El impacto de WRC se puede constatar a través de los diversos Informes anuales que la organización ha ido elaborando en los cuales destaca el trabajo y las metas alcanzadas durante ese espacio de tiempo.
El último documento, para el periodo comprendido entre los años 2019 y 2020, se publicaba el pasado 3 de mayo. En el mismo se recogen acciones llevadas a cabo como la gestión remota de programas para hacer frente a la violencia de género durante la pandemia por el COVID-19 en respuesta al aumento de la vulnerabilidad de las mujeres y niñas que ya se encontraban en riesgo de sufrirla. Algunos ejemplos son la Guía publicada por WRC y la asociación canadiense War Child para ayudar a las organizaciones que desarrollan programas contra la violencia de género a monitorear proactivamente las actividades de sus proyectos, solucionar problemas de implementación o llevar a cabo la toma de decisiones con las comunidades sin estar físicamente presentes en el lugar.
Otras actuaciones que el Informe contempla en esta línea son:
El tratamiento de la violencia de género en situación de emergencia, un llamado a la acción por parte de los diferentes agentes involucrados con el objetivo de mitigar el riesgo de las mujeres y niñas de sufrir violencia, proporcionándoles seguridad y servicios de atención y ayuda.
La creación de espacios seguros para mujeres y niñas a raíz de la identificación de las barreras y el peligro al que se enfrentan muchas adolescentes desplazadas a la hora de acceder a la información y los servicios de salud reproductiva. Una de las actividades desarrolladas fue el proyecto piloto que en 2019 se realizó con 144 adolescentes rohingya de entre 10 y 19 años, con información alrededor de temas como la pubertad, la higiene menstrual, la reproducción y la seguridad contextual. Como resultado del impacto positivo de este trabajo, en 2020 UNICEF incorporó la creación de 20 espacios seguros para mujeres y niñas en Cox’s Bazar, que llegaron a más de 600 adolescentes, y la creación de una plataforma virtual segura para niñas y adolescentes que no pueden acceder a los espacios físicos en Líbano e Irak.
En definitiva, el Informe refleja cómo, a pesar de los desafíos que la crisis por la pandemia de COVID-19 plantea, Women’s Refugee Commission ha seguido con su actividad centrando parte de la misma en reducir la brecha entre las poblaciones afectadas. Tal y como expresa el documento, el trabajo de WRC muestra aquello que podemos conseguir aunando esfuerzos y colaborando, incluso en los momentos más difíciles, para mejorar las condiciones de las mujeres y las niñas refugiadas en cuanto a sus derechos, seguridad, medios de subsistencia, alimentación, bienestar y atención médica, como también recuerda que cuando se confía en la fuerza de las mujeres, nada es imposible.
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