Actualmente, unos 20 millones de personas son refugiadas. Además del riesgo al que se enfrenta cualquier persona en esta situación, la vulnerabilidad de ser víctima de violencia de las niñas y jóvenes adolescentes, debido a su edad y sexo, es mucho más elevada. La crisis de salud provocada por el COVID-19 ha incrementado hasta en un 90% las probabilidades de que las adolescentes que se encuentran en zonas de conflicto dejen de asistir a la escuela. Y en entornos humanitarios de diversa índole, incluídas las catástrofes naturales, el 70% de las mujeres tienen más probabilidades de sufrir violencia de género. Los bloqueos y las políticas que se vienen aplicando para frenar la propagación del virus han recrudecido la situación y se estiman 15 millones de casos nuevos por cada tres meses de aislamiento social.
En 2018 el Comité Internacional de Rescate (IRC por sus siglas en inglés) publicaba el modelo de programa y recursos Girl Shine cuyo objetivo es contribuir a mejorar la prevención y la respuesta a la violencia contra las adolescentes en entornos humanitarios proporcionándoles los recursos y conocimientos necesarios para reconocer la violencia y buscar servicios de apoyo en caso de sufrirla o encontrarse en riesgo de ello.
Este “proyecto de proyectos” recoge, a través de las diferentes propuestas, los datos aportados por las investigaciones sobre las experiencias de las adolescentes en este tipo de contextos y el origen de la violencia de género. Girl Shine es el resultado de unir las evidencias científicas con la trayectoria y experiencia técnica de personas que trabajan con niñas y jóvenes adolescentes desde hace tiempo.
El paquete de recursos que la iniciativa ofrece consta de las siguientes herramientas:
- Diseño de programas para hacer frente a la violencia de género impulsados por niñas y jóvenes adolescentes en entornos humanitarios.
- Plan de estudios sobre habilidades para la vida.
- Currículum del cuidador.
El impacto de uno de esos programas, iniciado en 2016, dedicado a crear oportunidades a través de la mentoría, la participación de las familias y la creación de espacios seguros para las niñas y adolescentes de campamentos etíopes y comunidades afectadas por conflictos en República Democrática del Congo, ha sido publicado recientemente a través de un artículo científico en la revista BMJ Global Health.
El estudio constata resultados como que al finalizar el proyecto las niñas y adolescentes a quienes iba dedicado tenían mayores expectativas sobre lo que les deparaba el futuro a ellas y a sus compañeros, también algunas concepciones como el retraso en la edad a la que debían tener su primer hijo o casarse. Por otra parte, aumentó el conocimiento y acceso a los servicios por parte de las niñas y adolescentes que participaron en la intervención y en coherencia con ésto las probabilidades de saber dónde buscar ayuda si habían sufrido violencia sexual. Otro resultado de impacto muy importante fue la disminución de los casos de matrimonio infantil entre las chicas que participaron en el proyecto.
Sin embargo, la misma investigación concluye que, si bien el impacto del programa ha sido muy positivo, es crucial que se incluyan y amplíen cada vez más las redes de solidaridad y los espacios seguros para las personas que se han visto en la necesidad de huir de sus hogares. Concretamente, la adolescencia es una fase crucial en el desarrollo cuya importancia no se puede trivializar. Las experiencias en adolescentes tienen un profundo impacto en su salud y bienestar que perdura hasta la edad adulta. Las sociedades deben seguir abriendo caminos que generen resiliencia y compensen el desequilibrio hasta ofrecer ofrecer una igualdad de oportunidades real para las personas refugiadas y las comunidades afectadas por los conflictos.
