Habrá personas para las que el bienestar signifique una estabilidad económica; para otras, una buena salud física y/o mental; para algunos/as, poder viajar y para otros/as, el bienestar implica la felicidad. También es igualmente válida una combinación de estos factores. Entendiendo que ser feliz también implica ser libre para decidir cómo sentir y como amar, como parte de un derecho humano. Todo el mundo lo entiende así para adentro, cuando se trata de su misma persona, pero no todas las personas lo respetan para afuera, cuando se trata de las demás personas. Hoy por hoy, por mucho que se luche, hay colectivos que ven atacada su libertad sexual y su identidad de género. Aunque la lucha hacia la libertad no cesará.
En esta línea, en el artículo Sexual orientation, gender identity and gender expression-based violence in Catalan universities: qualitative findings from university students and staff se analiza cómo romper el silencio que se da en la universidad ante situaciones de violencia de género que el colectivo de estudiantes lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queer e intersexuales sufre en la universidad, para así ir en busca de mejorar la calidad de vida, que se podría traducir en ir en busca de la felicidad que otorga la libertad.
Concretamente se llevó a cabo un análisis cualitativo con estudiantes de Cataluña según la metodología comunicativa. Se han identificado elementos exclusores como la falta de formación del personal universitario para saber cómo intervenir, falta de conocimiento en cuanto a qué políticas y medidas existen para luchar en contra de este tipo de violencia, falta de denuncias llevadas a cabo. Por el otro lado, para superar estas barreras, los elementos transformadores identificados han sido la visibilización de los colectivos LGBTQI+, la implementación de protocolos contra la discriminación de aplicabilidad obligatoria, formar al personal para saber identificar correctamente la violencia basada en criterios de orientación sexual, crear alianzas entre la comunidad LGBTQI+ y las universidades y que los centros educativos sean receptivos y abiertos a la mejora de la calidad de vida de todo el alumnado, entre otros.
Las universidades deben ser lugares sin violencia, lugares en los cuales la libertad reine, espacios de conocimiento, cultura, libertad, formación desde evidencias científicas que ayuden a cualquier persona que acuda a ser mejor, a encontrar su camino y no lo contrario. Toda persona que así lo decida, debe entrar y descubrir una universidad segura, libre de violencia de género, pero en el caso de que haya violencia, que se informe y se trabaje para eliminarla sin caer en violencia de segundo orden (SOSH). Las nuevas generaciones ya están formadas para cambiar la, por desgracia, aún existente universidad cobarde, con actuaciones de éxito como el Club de los Valientes y la Socialización Preventiva desde los cero años.
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