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Más allá de los discursos, es sabido que en los espacios okupas también existe la violencia de género y el abuso de poder. Casos como el de la Manada de Manresa lo ponen de manifiesto, como muchos otros que no han salido a la luz. La no-norma se convierte en la norma del más fuerte contra el más débil, la ley de la selva. 

La Agencia EFE informaba el pasado martes 16 de febrero de un presunto caso de abusos sexuales a dos chicas por parte de un conviviente en una casa okupada en la ciudad de Reus. Las víctimas se ayudaron ante el acoso mientras esperaban que llegara la Guardia Urbana a socorrerlas. El caso está en manos de los Mossos d’Esquadra quienes ya han abierto el protocolo por abusos sexuales.

Hechos como este ponen de relieve que los espacios en sí, no porque se llamen alternativos, transgresores o progresistas llevan implícita ninguna actitud ni conducta que así lo ponga en práctica si no se desarrollan mecanismos eficientes de solidaridad  y de tolerancia cero entre las personas que lo forman.

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