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Cientos de personas se concentraron el sábado al mediodía en las localidades vizcaínas de Sestao y Barakaldo para mostrar su repulsa por el asesinato de una mujer ocurrido el viernes, presuntamente a manos de su marido que posteriormente se suicidó tirándose a la Ría del Nervión, según informa Europa Press

Conchi G., de 56 años, residía en el municipio de Sestao y allí, en la plaza del Kasko, es donde se han reunido en una concrentración silenciosa, en protesta y rechazo por el asesinato, centenares de personas, familiares y allegados. 

Este pasado viernes, Conchi fue localizada sin vida en un domicilio de la localidad de Sestao, El presunto agresor, marido de la víctima, fue hallado en aguas de la Dársena de la Benedicta de la misma localidad, donde se habría tirado tras matar presuntamente a su mujer con un hacha. 

En Barakaldo, localidad vecina de Sestao, se han concentrado también decenas de personas para mostrar públicamente su consternación y condena por este asesinato y por las últimas agresiones sexuales contra mujeres en el municipio barakaldés. 

Con una pancarta con la frase ‘Erasorik ez, erantzunik gabe. Ninguna agresión sin respuesta’, la asociación Centro Asesor de la Mujer Argitan, que convocaba la concentración, ha expresado su protesta por estas agresiones machistas calificándolas de pandemia sin fin. 

La violencia de género ha sido postulada como un problema de salud global de proporciones epidémicas, ejercida tanto por la pareja como por otras personas (OMS, 2013). Sabemos que durante la pandemia del COVID-19 esta problemática está aumentando y que las evidencias muestran la necesidad de abordarla con medidas integrales y preventivas  para mitigar los factores de riesgo.  Los movimientos sociales son claves para reducir los efectos de la violencia de género y luchar contra ella, mostrando solidaridad con las víctimas, pero se necesitan de leyes que, como se dice en este artículo de este Diario, sumen un nuevo escudo. En estos momentos necesitamos sumar mil y un escudos para que realmente las adolescentes y las mujeres sientan que “no están solas”, y lanzar el mensaje alto y claro a los agresores de que ellos son los que están solos.

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