Viendo la falta de ética de J. en alguna de sus prácticas como investigador, E. decidió dejar de colaborar con él. Tal como J. había dicho anteriormente a otra profesora, en circunstancias similares, eso tendría consecuencias. Estas no se hicieron esperar. E perdió injustamente el siguiente concurso de plaza como profesor asociado ya que J. la otorgó arbitrariamente a otra persona próxima a él.
Las evidencias de esta injusticia eran claras. J. fue el presidente de aquel tribunal y la persona ganadora fue un profesor de escuela sin ninguna experiencia investigadora ni experiencia alguna en docencia universitaria. E. había impartido aquella asignatura en los mismos estudios con anterioridad, obteniendo buenas evaluaciones por parte del alumnado y tenía experiencia en investigación. Así pues, objetivamente, E. no perdió aquel concurso por no ser el candidato más adecuado, sino por haber decidido dejar de trabajar para J.
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