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En 2009, M. fue escogida Jefa de Estudios en su Facultad. La primera conferencia que organizó tuvo un éxito sin precedentes, fue una inauguración del curso con el autor español de su disciplina más reconocido internacionalmente, llenó la sala más grande de la Facultad. La segunda acción que llevó a cabo tuvo de ponente a SR, la entonces directora de la Oficina de Prevención del Acoso Sexual de la Universidad de Harvard, para abrir el debate en su facultad sobre el acoso sexual en el contexto académico. A esta segunda charla no asistió casi nadie; la mayoría del profesorado que trabaja temas de género en esa universidad tuvo especial interés en ocultar ese acto a su estudiantado para que no quedara en evidencia la contradicción entre lo que decían y lo que hacían. La decana de la Facultad de ese momento no se negó a presidir el acto, de forma muy explícitamente incómoda, pero cumpliendo con su papel institucional, y se excusó justo después evitando así presenciar la charla. 

SR comentó las dificultades que encuentra el alumnado a la hora de romper el silencio contra el acoso en la academia, igual que también sufre acoso el poco profesorado que se atreve a hacerlo. La misma SR hizo referencia a estos profesores y profesoras que apoyaron denuncias de víctimas, diciendo que: Las futuras generaciones de estudiantes y profesorado, sin duda, tendrán una experiencia muy diferente a causa de su trabajo. Hacía poco tiempo que, en esa misma facultad, la profesora L. había informado a decanato de su Facultad de conductas no deseadas por parte de profesorado de la casa. Mientras tanto, profesorado como L. esperaban respuesta de sus autoridades, personas comprometidas, como SR, alababan sus actos de generosidad y posicionamiento con las víctimas.

Gracias a la valentía de profesoras como M y L y al apoyo internacional que venía de Harvard y otras instituciones, tiempo después se logró que se crearan Comisiones de Igualdad en cada Facultad y en la propia Universidad. Los rectores vetaron para formar parte de las mismas a quienes habían logrado que existieran, a quienes siempre habían apoyado a las víctimas, a quienes investigan y publican al máximo nivel internacional sobre este tema. En su lugar nombraron a quienes habían mantenido el silencio, que no dudaron en colaborar con ese veto. Ahora muchas reconocen que no están logrando grandes avances en las denuncias, pero siguen ocultando el por qué e incluso en muchos casos colaborando con el acoso sexual de segundo orden contra quienes siempre han querido y sabido abordarlo mientras quienes ocupan los cargos mantenían el silencio.

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