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Es muy frecuente encontrar mensajes y discursos que subrayan que llorar es una de las grandes conquistas de las nuevas masculinidades. Canciones que parafraseaban el estribillo de “Los chicos no lloran tienen que pelear” se convirtieron en críticas hacia modelos de masculinidad caracterizados por esconder las emociones. En esta línea, encontramos también algunos libros en el ámbito de la coeducación que ahondan en este aspecto. De modo que existe bastante literatura y planteamientos pedagógicos que sugieren que mostrar las emociones es la gran conquista del “nuevo hombre”. Sin embargo, este tipo de planteamientos cae en reduccionismos que debemos tener en cuenta y que queremos aclarar en el presente artículo. 

Primero, como ya se comenta en literatura científica, a lo largo de la historia ha habido hombres posicionados por la igualdad y con sentimientos muy profundos de solidaridad hacia la desigualdad que padecían las mujeres. De hecho, no se puede afirmar que la historia se entiende por enfrentamientos de todos los hombres contra todas las mujeres ya que en muchas ocasiones se han construido luchas conjuntas. Estos hombres de los que hablamos se han caracterizado por rechazar la violencia y buscar las mejoras sociales para todas las personas. ¿No es este el sentimiento más radical de amor hacia la humanidad?

Segundo, existen muchos hombres de masculinidad tradicional dominante que expresan continuamente sus emociones a través del llanto. Son hombres que ejercen la violencia, pero que también los podemos encontrar llorando. Pero eso no significa, como proponen algunos planteamientos ocurrentes, que todos hombres llevan consigo un maltratador. Ningún hombre con sentimientos profundos ligados a la bondad es capaz de ejercer violencia hacia otra persona. 

De modo que es necesario ir más allá de los tópicos y discursos que insisten en la importancia que tiene llorar para acercarse a las nuevas masculinidades. De hecho, las recomendaciones internacionales en los men’s studies plantean la necesidad de fomentar masculinidades solidarias y atractivas, que se posicionen ante desigualdades y discriminaciones de cualquier tipo. Apostemos entonces por la radicalidad de los sentimientos y no por la superficialidad de algunos planteamientos en educación emocional dirigidos a los chicos y hombres.       

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