La negación es una respuesta típica a los eventos traumáticos y desastres. No reconocer que ha ocurrido algo muy estresante, o no reconocer totalmente la intensidad del acontecimiento son reacciones de protección.
Los últimos meses estamos asistiendo a una serie de graves consecuencias derivadas de la pandemia como el sufrimiento por la enfermedad o la pérdida de seres queridos, la crisis económica, la preocupación por nuestra salud y bienestar, la angustia de no saber cómo será la enseñanza en las escuelas. Es cierto que estas consecuencias no afectan a todas las personas de la misma manera pero es real que se trata de una experiencia global compartida que a todas y todos afecta de alguna manera. La negación puede ser una reacción personal pero nunca una opción política ni social.
UNICEF y otras organizaciones internacionales nos están alertando de la gravedad de la situación para la infancia en diferentes áreas como la prevención de la violencia, la malnutrición o el trabajo infantil. Recientemente, World Vision Advocacy con una trayectoria de dos décadas y un gran impacto en las políticas asistenciales de Estados Unidos, nos insta a mirar a la infancia analizando las cinco áreas fundamentales en que el COVID-19 les está afectando y les afectará gravemente y a largo plazo.
- Hambre
La crisis económica global generada por la pandemia, unida al cierre de las escuelas, se ha traducido en una carencia de alimentos necesarios para el crecimiento y el desarrollo infantil que hace urgente la ayuda a las familias más vulnerables. Un análisis del Programa Mundial de Alimentos muestra que 130 millones de personas podrían ser empujadas al borde de la inanición a raíz del coronavirus, para fines de 2020.
- Educación
El cierre de las escuelas ha afectado a 1,5 billones de estudiantes en todo el mundo. La falta de recursos informáticos y las dificultades para la conciliación familiar y laboral han hecho más profunda la brecha educativa especialmente para la infancia en situación de pobreza o discapacidad, y también para las niñas en muchos casos. Estas niñas y niños van a necesitar mucha ayuda para ponerse al nivel de sus compañeros y compañeras.
- Violencia
También el cierre de las escuelas ha hecho a la infancia más vulnerable a la violencia porque el profesorado y otras profesionales que trabajan en ellas, con frecuencia detectan y ayudan a los niños y niñas en riesgo. En hogares inseguros, millones de menores podrían sufrir violencia emocional, física y sexual. Por otro lado, al pasar más tiempo usando internet, pueden ser víctimas de bullying, depredadores virtuales, o incluso trata de personas. Además, se está alertando a los gobiernos y organismos internacionales sobre los matrimonios infantiles a los que pueden ser obligadas para aliviar la economía familiar, que podrían verse incrementados en 13 millones más los años posteriores a la pandemia.
- Trabajo infantil y pobreza
Cuando las familias que ya viven al límite, pierden sus trabajos o bajan sus ingresos, las y los menores pueden ser forzados a trabajar o mendigar. El trabajo infantil ha disminuido en 94 millones desde el año 2000, un logro que ahora podría verse amenazado según el nuevo informe de la OIT y UNICEF. Incluso en los países en los que está más perseguido y no se les obliga a trabajar, los y las menores están sometidos a la presión de la crisis económica que les afecta gravemente.
- Salud
Sabemos que el virus no ataca gravemente a la salud de la infancia; sin embargo, los efectos derivados de esta pandemia sí dañarán gravemente la salud de la infancia en el futuro. Muchas familias han dejado de hacer las visitas rutinarias de pediatría por el miedo a exponerse al virus, las dificultades económicas o las restricciones impuestas para el acceso al cuidado médico. Las interrupciones en los calendarios de vacunación pueden hacer más vulnerables a los niños y niñas a enfermedades evitables como el sarampión, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. El hambre derivada de la pandemia también afecta a la salud de la infancia. Un estudio publicado recientemente en The Lancet muestra cómo la carencia de alimentos generada por la crisis sanitaria podría elevar en más de un millón las muertes infantiles evitables.
Los mismos temores, retos e incertidumbres nos conectan globalmente. Es urgente una solución global para proteger a la infancia vulnerable.
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