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El Rinoceronte, la obra de Ionesco, explica en forma de metáfora cómo las personas podemos seguir ciegamente la corriente sin ser críticas con ella, hasta el punto de convertirnos en personas sin sentimientos, inhumanas. Esta corriente acrítica con la realidad sigue teniendo un papel muy importante en la construcción de las masculinidades y sus relaciones afectivo-sexuales. En la literatura científica esta realidad se ha conceptualizado como discurso coercitivo dominante.  

Existe mucha presión hacia los chicos, desde el modelo de masculinidad tradicional, para seguir actitudes y prácticas que asocian el sexo con la fealdad, la grosería y la ausencia de sentimientos. Esta corriente –o discurso coercitivo dominante– tiene consecuencias negativas que adoptan diferentes formas. Por ejemplo, la reproducción de una socialización donde se relaciona violencia con atractivo, la humillación de los chicos de masculinidad tradicional dominante hacia aquellos que se desvinculan de esta corriente y discurso, la insatisfacción con las propias relaciones afectivo-sexuales, la dificultad para establecer amistades masculinas duraderas, etc. 

Sobre lo que escasamente se profundiza cuando se abordan las actitudes y prácticas de estos chicos y hombres que siguen la corriente es cómo se habla de ello. Las conversaciones e interacciones comunicativas sobre esta realidad se ligan con la liberación sexual y el éxito, sin ser conscientes que lo que realmente se está reproduciendo es el esquema del modelo hegemónico-tradicional de masculinidad, el que lleva décadas oprimiendo a hombres y mujeres marcando cuáles son las relaciones y prácticas sexuales que se “deben” seguir.

Ante esta ausencia de libertad para que los chicos puedan escoger, existe una alternativa que los “men’s studies” ya ha señalado como revolucionaria: las nuevas masculinidades alternativas (NAM). Las NAM no se dejan llevar por la corriente, son chicos y hombres seguros que quieren unas relaciones afectivo-sexuales donde pueda existir todo, sin renuncias: pasión, locura, desenfreno, bondad, igualdad, amistad, etc. Si desde los espacios de socialización, especialmente en educación, conseguimos fortalecer esta seguridad, se podrá consolidar esta revolución y que, en lugar de rinocerontes, los chicos sean la llave para la transformación social más profunda, la de las relaciones afectivo-sexuales. 

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