En febrero de 2017 el gobierno mexicano pidió, por primera vez, una disculpa oficial. Y lo hizo a tres mujeres de la comunidad hñáhñú, por haberlas acusado y encarcelado por un delito de secuestro que nunca habían cometido, vulnerando así los Derechos Humanos. En este acto Estela Hernández, la hija de una de las tres víctimas , utilizo una frase en su discurso, refiriéndose a los derechos de los pueblos mexicanos: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”. Ojalá esa dignidad que debe ir siempre unida a los discursos y a la vida se hiciera costumbre ahora.
En el caso de las mujeres acusadas por la sinrazón, los prejuicios étnicos y la infravaloración de otros seres humanos, prescindibles para algunos-as gobernantes, cabría pensar lo que habría ocurrido si esa invisibilización de mujeres de etnias minoritarias, mujeres pobres, sin voz pública, no hubiera sido la norma en su contexto, si no se hubiera “naturalizado” escandalosamente. Para evitar esa naturalización perversa, la educación como decía Paulo Freire es la palanca de transformación social. No cualquier educación. Me refiero a la educación que da voz a todas las personas, la educación que no deja a nadie atrás, la educación comprometida con toda la sociedad.
Llevamos, cuando escribo este texto, noventa y siete días de estado de alarma. Aunque en mi tierra estamos en fase 3, la mayor parte del profesorado seguimos prácticamente confinados, muy cansadas-os. La razón es una cantidad abrumadora de trabajo que llevamos asumiendo desde el día 15 de marzo. Un trabajo absolutamente invisibilizado. Un trabajo que ha inundado cada día desde entonces, porque excepto un sector minoritario de profesorado (en todos los niveles educativos) que ha mirado para otro lado, la mayoría nos hemos tenido que arremangar porque era necesario. De la noche a la mañana pasamos de la presencialidad a la virtualidad, con los medios digitales que teníamos en casa buscando muchas veces soluciones colaborativas, sin muchos recursos necesarios, con una falta de formación digital generalizada para las necesidades que se requerían. Horas de trabajo multiplicadas exponencialmente que se han complicado con una enorme losa de una burocracia exasperante que no nos ha abandonado y amenaza, según los nuevos documentos que nos van llegando, con complicarnos todavía más el trabajo y la vida. Siguen sin preguntarnos lo que nos ha ocurrido a lo largo de estos casi cien días, lo que necesitamos. Esa burocracia estéril y esa invisibilización de nuestra voz como colectivo educativo es lo que nos genera desesperanza. Pero fabricamos esperanza por nuestra cuenta.
No es una novedad la poca importancia que se le concede a la educación. Una revisión de las propuestas educativas de las últimas elecciones, muestra la falta de fundamentación rigurosa en los programas de la mayoría de partidos políticos. La ausencia de un debate en profundidad sobre la educación pública, como muestra el proceso del proyecto de la Lomloe, es un nuevo ejemplo. Contemplar la bronca parlamentaria centrada en la ley educativa evidencia que el consenso, nuevamente, brilla por su ausencia. Ni está ni se esperaba, porque la educación se utiliza de manera partidista y, además se violenta su sentido al equiparar la pública con la concertada, algo que la Constitución no contempla.
Esto lo eluden, lo olvidan, quienes defienden la concertada y se definen como constitucionalistas, porque el artículo 26.6. señala muy claramente: “Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales”. Pero en ningún sitio pone que deba mantenerse la enseñanza privada con fondos públicos (dinero que se resta a la educación pública), como ocurre con la privada concertada; lo que se hizo puntualmente porque faltaban centros educativos, concertar, se vende desde ciertos partidos políticos como un “derecho”. Obviamente no lo es. La educación pública es un bien común, la privada concertada es un negocio empresarial. Yo estudié en la Pública destaca cuatro aspectos que deberían considerarse en el debate educativo: la integración transversal real en los contenidos curriculares ligados a la democracia, los derechos humanos y la ecología; el mantenimiento de la concertada, paralela a la pública desde un posicionamiento segregador, olvidando primar un bien social; las evaluaciones externas que derivan la responsabilidad de los resultados del estudiantado en las familias, obviando los recursos que deberían tener los centros públicos y, la construcción de una educación basada en la equidad y la inclusión, dificultada por la política de recortes en educación.
Se pide blindar la sanidad pública. Estoy totalmente de acuerdo. Los aplausos de las 8 deben traducirse en vindicar acciones concretas en sanidad. Pero, además, hay que blindar la educación pública. Las dos pertenecen a toda la ciudadanía, son un bien social. Y las han convertido en objeto de mercadeo. Defender la educación pública no significa que nos guste como está. Defender la pública es defender que se transforme en la mejor educación que se pueda ofrecer a todo el mundo, sin olvidar a nadie. No olvidar que es un motor de movilidad social.
El debate presencialidad/virtualidad olvida, en demasiadas ocasiones, bajar a pie de calle, eludiendo contemplar la(s) realidad(es) social(es) y educativa(s)de manera no homogénea. Luis Torrego nos recuerda que la desigualdad es anterior a la pandemia con un millón y medio de menores en situación de pobreza severa, España además es el segundo país de la UE en fracaso escolar y, siempre, va unido a los grupos más vulnerables. Torrego destaca que el sistema educativo no solo no es equitativo es que, en ocasiones, es un mecanismo de discriminación social, señalando varias razones: el conformismo de la opinión pública con la desigualdad, su “naturalización”; la transferencia de dinero público a la concertada que no acoge con igualdad a todas las clases sociales y el marketing educativo con todo lo que conlleva que ha hecho retroceder la buena educación, la que convierte las dificultades en posibilidades, la que incluye a todas y a todos y no se deja a nadie detrás. Todo el profesorado que hemos estado en contacto durante la pandemia con escuelas con estudiantado ligado a la exclusión social podemos afirmar que la existencia de una brecha digital no se soluciona con actividades on line, entre otras cosas porque muchas familias no tienen ni teléfono y las tablets no sustituyen o mitigan el contexto familiar. En la mayoría de debates la fotografía sale borrosa, estos niños y niñas son invisibilizados en relación a sus contextos reales.
También Enrique Diez subraya la tolerancia a la desigualdad y la injusticia desde la construcción de un consenso interesado para “ olvidar todo conocimiento relativo al contexto y la estructura y, por supuesto, su participación en la producción de la pobreza y las injusticias sociales”. Diez defiende la necesidad de que el plan de reconstrucción educativa inclusiva, incluya bajar la ratio y aumentar la plantilla docente, afirmando que la revolución educativa pendiente no es tecnológica, es inclusiva. Estos cambios deberían ir unidos, destaca, de una reducción de la fragmentación curricular en asignaturas seleccionando el contenido relevante, el trabajo coordinado y en equipo del profesorado, la participación de las familias y unas condiciones laborales dignas, entre otras necesidades.
Eugeny Morozov en el contexto de la pandemia, evidencia que frente a la imaginación colectiva para buscar formas alternativas de organización social, dos ideologías íntimamente relacionadas, el neoliberalismo y la ideología del “solucionismo”, están reformando profundamente las instituciones y los gobiernos; el solucionismo , defiende, es “una ideología reactiva que desarma, desactiva y descarta las soluciones políticas”, señalando que lleva implícitos problemas como la amenaza a la privacidad, un riesgo para la democracia. Morozov argumenta: “ como no hay alternativa ( o tiempo o financiación) lo mejor que se puede hacer es poner tiritas digitales a la herida. Los solucionistas despliegan tecnología para evitar la política .[…] es más fácil desplegar tecnologías solucionistas para influir en el comportamiento individual que enfrentar difíciles preguntas políticas sobre las causas fundamentales de esta crisis”.
Cristina Monge destaca que en España la inversión en formación del profesorado está por debajo de lo que se dedicaba en 1997 y en investigación educativa las cifras nos sitúan en los niveles de 2005. Este el momento para replantear en todo el sistema educativo las formas de educar, sostiene, y defiende que en la Universidad no debe perderse el tiempo en lecciones magistrales que pueden encontrarse en la red, y en ocasiones mucho mejores, planteando que el tiempo debemos emplearlo en fomentar la discusión, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico. Y creo que estaremos de acuerdo, también desde el rigor científico imprescindible.
Mientras toda esta reflexión se produce, aparecen investigaciones que solicitan de las autoridades educativas rigor tanto en la presencialidad como en las clases on line. Un equipo de investigación del departamento de Organización de Empresas II de la Universidad de Granada (UGR) ha comparado las previsiones de los distintos Ministerios y Consejerías autonómicas para la vuelta a las clases en septiembre con los requerimientos técnicos de los modelos de escenarios, y advierten sobre graves problemas de planificación, tras estudiar el número de relaciones sin mascarillas ni distanciamiento previo, previsto para los colectivos de educación infantil y los cuatro primeros cursos de primaria, advirtiendo de que, por ejemplo, en un aula de infantil con veinte niñas y niños, tras dos días, habrán tenido contacto con más de 800 personas. Recuerdan que la ministra Isabel Celaá, señaló que estas clases deberían tratarse como «grupos a modo de familia o convivientes» y que «en esta burbuja o set o módulo pueden moverse con tranquilidad, sin necesidad de guardar la distancia de 1,5 metros ».
Queda mucho por planificar y por hacer, pero si algo no hay que olvidar son las recomendaciones de los científicos-as en relación al COVID-19. Nadie debería enfermar ni morir por no atender a sus recomendaciones. Y en esta reflexión sobre la educación en este contexto, no deberíamos olvidar algo esencial: que trabajamos con un estudiantado diverso y que, eso, nos enriquece en las interacciones de diálogo y respeto que mantenemos. La reflexión que más hondo me ha calado, me llegó anoche por washapp, me la enviaba un amigo maestro, Albert, que hace tiempo que vive en Brasil con su familia. Su mujer, Leslie, le había enseñado este poema de una alumna suya de quince años en el que reflejaba como vivía el proceso de educación on line, en ese Brasil devastado, y él lo tradujo para compartirlo. Si este poema no nos emociona, si no nos une al sentido verdadero de la educación, pocas cosas lo harán.
“Productiva, dedicada, regulada;
Adjetivos que se han perdido,
Como el sol en la noche.
Estoy aburrida;
Solo ignoro mi incompetencia.
Finjamos que aprendo;
Gastando la vida por notas y
Cargas horarias.
Cierro mis ojos;
Quiero ser llevada como las nubes en el cielo.
Al menos, puedo encerrarme en casa;
No necesito sonreírle a nadie;
Puedo entrar en una válvula de escape;
Puedo desaparecer
Días repetitivos;
Por favor tráiganme emociones
Copia y pega;
En nuevas 24 horas.
Traedme mis amigos;
Traedme un pájaro para cantar
en mi ventana;
Traedme de vuelta a la infancia que
Me perdí.”
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