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Portada del informe elaborado por la Fundación Malala

Robert Jenkins, director asociado de la división de Políticas y Estrategia de UNICEF, y Rebecca Winthrop, codirectora del Centro para la Educación Universal, en un artículo, nos plantean cómo superar algunos de los retos que supondrá el COVID-19 en el retorno a la educación por parte de las niñas y adolescentes en situaciones de riesgo.

Si bien se ha conseguido que 79 millones de niñas en todo el mundo no abandonen la escuela, la situación provocada por el COVID-19, a pesar de ser temporal puede tener un impacto a lo largo de toda la vida de niñas y adolescentes. 

Un informe elaborado por la Fundación Malala muestra que al menos el 90% de los países ha cerrado sus escuelas para conseguir frenar la transmisión del COVID-19. Esta situación tendrá un impacto particularmente perjudicial para los niños y niñas y familias más pobres. Sus consecuencias educativas perdurarán más allá del período de cierre de las escuelas y afectará de forma desproporcionada a las niñas y adolescentes más marginadas. En este informe, tomando datos de lo vivido durante la epidemia del Ébola, se estima que unos 10 millones de chicas no volverán a la educación secundaria cuando pase la crisis. También basándose en datos sobre la epidemia del Ébola, se muestra que uno de los efectos del cierre prolongado de los centros educativos fue el incremento del abuso sexual y del embarazo de chicas adolescentes. En fecha actual, los datos de la situación de abuso contra las niñas y adolescentes durante el COVID-19 también están aumentando.

A pesar de los esfuerzos por buscar estrategias de aprendizaje remoto para todos los niños y niñas, en el caso de las niñas de comunidades más pobres suele ser más limitado, sea por las dificultades de acceso o porque en ellas suelen recaer otras cargas y tareas familiares.

Estos datos, según la autora y el autor, ofrecen evidencias de que no solo con la abertura de las escuelas se solucionarán las situaciones de desigualdad y abuso que están sufriendo niñas y adolescentes, especialmente las más pobres. Es necesario reimaginar el sistema educativo, hacerlo más responsable e inclusivo y que sea capaz también de cuidar el bienestar y la salud de los niños y niñas y conseguir que el impacto negativo a nivel educativo de la situación generada por el COVID sea el mínimo posible.

Para ello, en el artículo se plantean cinco acciones que pueden contribuir a la mejora de la educación de todas las niñas.

  1. Eliminar las barreras económicas, que se han incrementado con el COVID-19, que impiden la asistencia a la escuela: El impacto económico negativo en muchas familias derivado de la situación de pandemia puede aumentar los matrimonios infantiles, la explotación sexual o el trabajo infantil. Entre las propuestas que se hacen están, entre otras, la  eliminación de las tasas escolares y de examen y la transferencia en efectivo para las niñas más marginadas.
  2. Ampliar la educación a distancia con perspectiva de género para llegar a las niñas más marginadas: La educación a distancia es una poderosa herramienta para hacer llegar la educación en situaciones como la que estamos viviendo actualmente a niños y niñas que no pueden ir a la escuela. Pero los países también deben proponerse transformar y diseñar programas de aprendizaje a distancia usando la tecnología adecuada y, sobre todo, que tengan una perspectiva centrada en el género. 
  3. Intensificar la movilización comunitaria y el apoyo a la educación de las niñas, incluyendo a las chicas embarazadas y a todas aquellas que hayan abandonado la escuela después de la crisis del COVID-19; es necesaria la elaboración de campañas comunitarias que promuevan la vuelta a la escuela de las niñas, con mensajes culturalmente relevantes y efectivos.
  4. Priorizar la protección y seguridad de las niñas: Como se ha comentado anteriormente, durante la crisis del Ébola aumentó de forma desproporcionada la violencia de género y los embarazos de adolescentes, que hicieron abandonar la escuela a muchas niñas. Se insta a los gobiernos a priorizar medidas de protección para las niñas contra la violencia de género, matrimonio infantil o embarazos durante la actual crisis para minimizar situaciones que tendrán un impacto negativo una vez finalice la pandemia.
  5. Asegurar la participación significativa de las adolescentes: Los efectos desproporcionados del COVID-19 en niñas y adolescentes deben hacernos reflexionar sobre la necesidad de incorporar de forma intencionada su voz en el sistema educativo, incorporando su creatividad para ofrecer soluciones innovadoras a las situaciones que están viviendo.

Se requiere una acción urgente que tenga en cuenta las barreras y situaciones específicas que niñas y adolescentes sufren o pueden sufrir durante la crisis del COVID-19 y cuando esta finalice. Es necesario hacer visibles los diferentes impactos que tendrán en niñas y niños, para trabajar de forma eficiente y no generar mayores desigualdades. Y especialmente poner especial atención en las que viven una situación de mayor exclusión.

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