La pandemia global del coronavirus ha supuesto que ciento ochenta y ocho países en todo el mundo hayan cerrado sus escuelas para frenar la propagación del virus. La medida ha afectado a casi mil trescientos millones de estudiantes, según hace público UNICEF, considerándolo un riego sin precedentes para la educación, protección y bienestar de la infancia. Ante esta realidad surgen nuevos retos en que la solución más generalizada ha sido trasladar los espacios de aprendizaje a entornos virtuales, soluciones que ya están siendo analizadas para ver de qué manera pueden comportar los mejores beneficios a los y las estudiantes de todas las edades y partes del mundo.
En cambio, en países como Nigeria el aprendizaje en línea es una reto inalcanzable, ya que solo el ocho por cien de los hogares tiene acceso a internet, un servicio que, junto a la electricidad, es caro y, además, la conexión es mala y lenta. Son circunstancias que requieren soluciones diferentes, pues se observa que los nuevos escenarios están profundizando en las disparidades educativas entre las familias ricas y pobres, tanto entre países como dentro de ellos.
Ydo Yao, director regional en África Occidental de la agencia de educación de la ONU UNESCO, reclama que se multipliquen soluciones alternativas a las que se ofrecen por medio del trabajo remoto para países como Nigeria, un país que lleva registrados más de 1700 casos de coronavirus y ya ha cotado 51 muertes y donde, de momento, no se prevé abrir las escuelas.
Ante esta tesitura, Nigeria, con el fin de tratar de asegurar la educación de sus estudiantes, está implementando una programación educativa llevada a cabo por los medios más tradicionales, la radio y la televisión, una alternativa en la que ya cuentan con experiencia en la parte del noroeste del país, donde la insurgencia de militantes de Boko Haram impedía que unos diez millones de niños y niñas de 6 a 11 años fueran a la escuela. Las emisoras locales han sido las que han estado difundiendo programas educativos en la televisión durante años.
También se están conociendo historias cargadas de solidaridad, como la de un maestro jubilado que se ha ofrecido voluntario para dar clase a unos veinte alumnos y alumnas, tres veces por semana dos horas por sesión, en una pequeña aldea de una comunidad pesquera. Diariamente deja en una pizarra pública las notas escritas para que también puedan acudir a copiarlas a mano aquellos niñas y niños que no pueden asistir a las clases.
Sin duda, sabemos que a lo largo de la historia se han alcanzado importantes mejoras cuando se han unido dos elementos esenciales, humanidad y ciencia. Ahora nos encontramos en un momento en que ambos ingredientes son muy necesarios para hacer frente a los grandes retos que plantea la crisis mundial sanitaria.
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