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Sabemos que la emergencia sanitaria ocasionada por la COVID-19 tiene un impacto diferenciado en hombres y mujeres en prácticamente todos los ámbitos. Uno de los sectores más afectados es el económico. La crisis generada tiene consecuencias negativas en el sector servicios, un sector altamente feminizado. Asimismo, muchas mujeres trabajan en el ámbito sanitario y en el educativo, otros dos sectores particularmente afectados. En muchos países las escuelas y guarderías permanecen cerradas. Se calcula que en el mundo más de mil quinientos millones de niños y niñas no están asistiendo a los centros educativos presencialmente.  

A pesar de las consecuencias negativas, sobre las que cada vez disponemos de mayor información, la prestigiosa organización National Bureau of Economic Research (NBER) plantea en el informe The Impact of COVID-19 on Gender Equality que algunos de los cambios sociales y económicos ocasionados por la COVID-19 pueden potencialmente contribuir a reducir a largo plazo la desigualdad de género en el mercado laboral y en algunas familias. 

Parte de la desigualdad en el mercado laboral está relacionada con la división desigual en el reparto de las tareas domésticas y en el cuidado de personas dependientes, como los hijos y las hijas. A pesar de que cada vez más mujeres participan de manera activa en el mercado laboral, las mujeres siguen encargándose desproporcionadamente del trabajo doméstico. Hay evidencias que sugieren que, si se producen cambios en las normas y expectativas en relación con una distribución más equitativa del trabajo en el hogar, esto repercutiría en reducir la brecha salarial de género.

El equipo de investigación identifica dos posibilidades de transformación que acelerarían estos cambios en las normas y expectativas, generados por las consecuencias sociales de la COVID-19. En primer lugar, la extensión del teletrabajo como alternativa al trabajo presencial puede contribuir a que, una vez superada la pandemia, se normalicen, flexibilicen y mantengan las opciones de teletrabajo. Esto repercutirá en que más padres y madres podrán flexibilizar sus horarios y combinar mejor sus carreras profesionales y sus responsabilidades familiares. Esto beneficiará en especial a las mujeres ya que podrán competir mejor en el mercado laboral. 

En segundo lugar, otro cambio que es probable que se genere tendrá lugar en las familias. En algunas los roles se cambiarán ya que son muchas las mujeres empleadas en el sector sanitario, imprescindible en estos momentos. Asimismo, son muchos los hombres que trabajan en empresas privadas, y que han tenido que pasar a la modalidad de teletrabajo o que han perdido sus empleos, por lo que se encontrarán en el hogar teniendo que responsabilizarse del cuidado de los hijos e hijas ya que los centros educativos han cerrado y las mujeres están empleadas en sectores imprescindibles como el sanitario. Incluso en aquellas familias en las que ambos progenitores permanezcan en el hogar, aunque las madres sigan teniendo que asumir mayores tareas domésticas, es probable que los padres tengan un mayor contacto continuado con sus hijos e hijas y esto puede tener un efecto positivo a largo plazo con una mayor implicación en el cuidado y en las relaciones familiares. 

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