Ante las evidencias que muestran cómo la infancia es tan susceptible de contagio por COVID-19 como los adultos, aquellas medidas que contribuyan a su protección son necesarias. Por ello las familias de todo el mundo están siguiendo las recomendaciones de las personas expertas en salud y control y prevención de enfermedades para frenar la propagación del coronavirus acatando el distanciamiento social. Aunque también se está observando que es importante que durante este periodo de aislamiento en los hogares se dé una adecuada atención a sus necesidades.

En Nueva Zelanda, donde empiezan ahora un periodo de confinamiento estricto, los medios se hacen eco de la iniciativa que se está llevado a cabo con el fin de mantener entretenida a la infancia durante el encierro, y cómo para ello ha implicado a todo un país, motivando a los miembros de sus comunidades a colocar osos de peluches y otros animales en las ventanas de sus hogares. Se trata de crear la actividad de que cada niño y niña tenga que ir buscándolos. Algo que ya se conoce como la “caza del oso de peluche”, y que se ha empezado a expandir a ventanas de hogares de otros países de alrededor del mundo, como Finlandia, Reino Unido o Panamá, entre otros. El fin, idear una manera de mantener ocupados a los niños y las niñas durante estos días, a la par que les permite seguir en conexión con la comunidad.

La iniciativa está consiguiendo que las familias estén ocupadas ingeniando cada día qué nueva escena van a representar con los peluches y que la infancia se mantenga distraída buscando y encontrando nuevos hallazgos escondidos por el vecindario. Una medida que respeta un distanciamientos social al mismo tiempo que permanecen conectados con su comunidad y vecindario. Además, de esta manera la ciudadanía participa de la diversión de los y las más pequeñas haciendo aparecer osos de peluche en una gran diversidad de lugares, haciendo a la infancia protagonista y ofreciéndole la atención que necesita. 

La Universidad de Harvard informaba recientemente sobre la importancia de que la primera infancia mantenga vivas las conexiones con las personas de su entorno durante el confinamiento. Señalaba, particularmente, la importante labor que pueden hacer las escuelas de infantil al hacer posible que su alumnado siga en contacto de manera virtual y periódica con sus compañeros y compañeras, en muchos casos sus amigos y amigas. 

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