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Los datos son claros sobre cómo la violencia sexual afecta a las niñas y niños en todos los países del mundo. Toda la infancia, indistintamente de su origen o condición social, puede ser víctima de la violencia sexual y los datos sugieren que las niñas generalmente corren más riesgo. Sin embargo, hay avances que son muy positivos y que anuncian que cada vez tenemos más competencia para elegir un futuro donde la infancia y la adolescencia vivan libres de violencia.

En primer lugar, es notable el despertar global sobre la violencia sexual y su visibilización y toma de conciencia a escala mundial; el silencio sobre la violencia sexual ha sido una de las causas fundamentales que ha permitido que se perpetúe hasta el día de hoy. En segundo lugar, cada vez existe más evidencia que demuestra que la violencia hacia la infancia y la adolescencia es prevenible a través de enfoques multisectoriales de prevención primaria que toman en cuenta diversas dimensiones del contexto individual y social en la búsqueda de soluciones efectivas. Poner fin a la violencia contra la infancia es clave para lograr, entre otros, el Objetivo 16.2 de la Estrategia 2030: “Terminar con el abuso, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños”.

Equality Institute es una agencia global, de investigación feminista, dedicada a la prevención de la violencia contra las mujeres y niñas. Mediante la identificación de iniciativas de éxito, pretenden disminuir la cultura de dominación y socialización a la violencia a través de la creación de contextos de libertad y socialización hacia las relaciones de buen trato. En esta línea se han recopilado aquellas actuaciones para la prevención de la violencia sexual en diferentes contextos y países, a través del análisis de soluciones efectivas y específicas para prevenir la violencia sexual en la infancia y la adolescencia.

Las propuestas identificadas basadas en la evidencia demuestran que sí existen algunos programas prácticos que ayudan a identificar y romper la perpetuación de la violencia sexual en nuestras comunidades. Las diferentes iniciativas se clasifican según su grado de aportación como efectivas, dañinas o que no generan efecto alguno para la prevención y superación de la violencia sexual. Por lo tanto, esta iniciativa ofrece la posibilidad de identificar desde la evidencia que, por ejemplo, las campañas de corta duración realizadas a nivel nacional que no son complementadas con programas de intervención o seguimiento no generan mejoras en la disminución de la violencia sexual en un territorio. 

Por otro lado, por ejemplo, se destacan aquellos programas que trabajan con las familias para incidir en la prevención de la violencia sexual en las relaciones adolescentes. La evidencia sugiere que los programas de educación de múltiples agentes, como son estudiantes, familiares o profesorado, en relación con la salud sexual, conductas sexuales de riesgo y embarazo precoz, son efectivos para reducir las actividades sexuales de alto riesgo en la adolescencia y disminuir la violencia física.

También destacan por su incidencia en aportar mejoras aquellos programas dirigidos al alumnado en los que este participa de forma activa e interactiva, no solo en la recepción de formación e información, sino en el desarrollo de nuevas actitudes trabajadas en el grupo social de iguales. Estos programas destacados presentan todavía el reto de evaluar que este cambio de actitudes perdura en el tiempo una vez cesadas las intervenciones de acompañamiento.

Aumentar la aplicación, en la diversidad de contextos sociales, actuaciones basadas en evidencia de mejora, y no otras de las que no poseemos evidencia alguna, será un indicador de que estamos dando pasos significativos en la creación de un mundo más seguro para toda la infancia.

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