Últimamente, con cierta frecuencia, se escucha hablar de nuevas masculinidades en diversidad de espacios en donde se aborda la igualdad de género. Con la mejor de las intenciones, se potencian modelos masculinos que se alejan de aquellos que representan lo tradicional, buscando un “contrario”,  que nos permita a los hombres desmarcarnos de todas aquellas características que van asociadas a modelos tradiconales. Plantear este tipo de soluciones de carácter superficial y alejadas de las evidencias científicas está, de algún modo, manteniendo el modelo masculino que se pretende superar y fomentando un modelo que la investigación ha denominado como oprimido(MTO). 

Por un lado, tenemos un modelo de hombre que no quiere relaciones igualitarias y por otro, un modelo que sí, pero que necesita ser una alternativa real y atractiva en infinidad de situaciones en las que se va a encontrar en su día a día. Desde el punto de vista superficial, si sabemos que el modelo tradicional es fuerte y no muestra sus sentimientos, está claro que lo opuesto debería ser una característica de los nuevos hombres, a los que se nos lanzan mensajes como “rompe la coraza que te mantiene en una posición distante o de fuerza”,  “no pasa nada si muestras tus inseguridades”, “aprende a aceptar actitudes tradicionalmente femeninas” o “acepta tu propia vulnerabilidad”. Del mismo modo, una búsqueda sencilla de imágenes en internet, vincula la nueva masculinidad con el cuidado, la crianza o las tareas domésticas. 

Este planteamiento simplista fomenta un modelo de masculinidad que, lejos de suponer una alternativa, se convierte en la otra cara de la misma moneda. Tal y como se ha explicado en artículos anteriores, de los tres modelos de masculinidad, hay dos que se complementan, el tradicional dominante y el oprimido (MTD y MTO). Precisamente, un discurso que fomenta un cierto estado de acomodo con las propias inseguridades tiende a ser un modelo masculino que no se va a posicionar ante situaciones de violencia, mirará hacia otro lado o incluso sonreirá o aplaudirá determinados comentarios, la masculinidad tradicional oprimida.

La pregunta entonces es clara: ¿existe un hombre igualitario, seguro y fuerte? Sí, es más, ha existido a lo largo de la historia. La nueva masculinidad alternativa (NAM) aúna aquellas características que le permite ser un modelo de hombre que sí se desmarca totalmente del modelo tradicional dominante y le plantea una alternativa real y firme que lo supera. Este modelo de hombre igualitario tiene una característica fundamental que es la seguridad, que le permite posicionarse con fortaleza y valentía ante situaciones que vulneran la integridad de las mujeres y de otros hombres. 

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