Una niña de 12 años, tras sufrir abusos por parte de su tío, el marido de la hermana de su padre, y pasar años pidiendo ayuda a la familia, sin ninguna solución, decidió poner cámaras en la casa para que quedara testimonio de lo que su tío le hacía.
La niña llevaba desde los seis años con micciones involuntarias y retrasos en el colegio como consecuencia de los abusos que sufría por parte de su tío. Desarrolló el mecanismo como protección cuando su tío se le acercaba. Denunció el caso a su abuela, a sus padres, a la escuela, a una amiga de la escuela con un audio de WhatsApp, la madre de la amiga alertó a sus padres quienes la llevaron a la psicóloga, pero no hicieron nada para protegerla.
Al final, en una fiesta familiar, puso cámaras en toda la casa desde las que pudieron ver cómo, cada vez que la niña se quedaba sola con él, aprovechaba para abusar de ella. Es así como finalmente han puesto una denuncia, a pesar de que el abusador ha escapado de la justicia.
La gravedad del caso, más allá de los hechos en sí, es la desconfianza y el miedo de la familia, que antepuso la protección de la familia a la protección de su hija, con las consecuencias que tiene para cualquier persona, especialmente si es niña, haber sufrido abusos de tal magnitud. La protección de los niños y niñas es imprescindible por su vulnerabilidad.
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