El fallecimiento del baloncestista Kobe Bryant ha generado una ola de elogios, homenajes y palabras de admiración, especialmente en el ámbito del deporte. Son pocas las personas y profesionales de los medios de comunicación que hacen referencia al reconocimiento del propio baloncestista de una violación a una joven de 19 años en 2003. Las consecuencias de recordar esa violación pueden ser muchas, desde desacreditaciones, insultos o incluso la suspensión del puesto de trabajo.
La violencia de género en el deporte y/o por parte de deportistas ha sido investigada por la comunidad científica y ha permitido conocer las resistencias al reconocimiento de esta problemática, la falta de datos en muchos casos y la carencia de estándares de protección a las víctimas. La revista Journal of Child Sexual Abuse lo evidenciaba con la publicación en 2011 del artículo “Disclosure of Sexual Abuse in Sport Organizations: A Case Study”, contextualizado en Canadá. Algunas contribuciones se han centrado en los discursos que se generan alrededor de los agresores, especialmente en relación con su raza y, más recientemente, existen ya aportaciones centradas en las víctimas, que inciden en la necesidad de prevención y de cambio cultural.
Al mismo tiempo que se avanza en la investigación, es necesario seguir visibilizando y apoyando a las víctimas, que quedan silenciadas y olvidadas. Quienes defienden de forma acérrima a Kobe Bryant contribuyen a generar un referente para niños y niñas que se aleja de que en el futuro puedan tener relaciones libres e igualitarias.
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