Investigadores de las universidades de Michigan, Zúrich, y Utah publicaron hace un par de meses una investigación en la revista Science, “Civic honesty around the globe”, que en sólo dos meses entró en el ranking de los 100 artículos más compartidos en las redes sociales del 2019 (Almetrics).
En esta investigación, Alain Cohn, Michel André Maréchal, David Tannenbaum, y Christian Lukas Zünd indagaron sobre la “honestidad cívica” de los y las ciudadanas a nivel internacional, con la finalidad de aportar más conocimiento acerca de su impacto en generar y mantener el capital social y el desarrollo económico (pensemos, por ejemplo, en las consecuencias del fraude fiscal, u otro tipo de corrupción). Cohn y sus colegas examinaron cómo los actos de honestidad cívica, es decir, aquellas situaciones en donde las personas se abstienen voluntariamente de comportamientos oportunistas, se ven afectados por incentivos monetarios para actuar de forma deshonesta.
Aunque existe mucha literatura acerca de las condiciones que dan lugar a un comportamiento honesto, poco se sabe acerca de cómo los incentivos materiales afectan a la honestidad cívica. Las teorías de la honestidad hacen diferentes predicciones sobre el papel de los incentivos materiales. En este sentido, aquellos modelos económicos clásicos basados en el interés propio racional sugieren que el comportamiento honesto es menos común a medida que aumentan los incentivos materiales para la deshonestidad. Del mismo modo, aquellos modelos de comportamiento humano que incorporan preferencias altruistas o de otro tipo también predicen que la deshonestidad aumentará con el aumento de los incentivos, ya que el interés propio prácticamente siempre domina sobre las preocupaciones por el bienestar de los demás, la idea de que nos preocupamos por los demás, pero no tanto como nos preocupamos por nosotros mismos. Como resultado, el interés propio desempeñará un papel cada vez más destacado en el comportamiento a medida que aumenten los incentivos materiales para la deshonestidad.
En esta investigación en particular, Cohn y colegas realizaron una serie de experimentos para examinar cómo los incentivos económicos influyen en la honestidad cívica. Para ello visitaron 355 ciudades de 40 países diferentes, en los que supuestamente hallaban carteras que habían sido extraviadas por alguien. Una vez encontradas, las devolvían en la recepción de instituciones sociales como son bancos, teatros, museos u otros establecimientos culturales, oficinas de correos, hoteles y estaciones de policía, tribunales de justicia u otras oficinas públicas. Estas instituciones se eligieron como punto de referencia dado que son comunes en todos los países y, por lo general, tienen áreas de recepción pública en las cuales se podían realizar las devoluciones de las carteras encontradas. En las más de 17.000 billeteras “perdidas” y devueltas a estas instituciones variaba la cantidad de dinero que éstas contenían.
La idea era examinar si las personas que recibían las carteras encontradas actuaban de manera más deshonesta cuando éstas contenían más dinero. Al contrario de lo que se podría esperar, los autores descubrieron que los y las ciudadanas tenían más probabilidades de devolver aquellas carteras que contenían cantidades relativamente grandes de dinero. Este hallazgo fue similar en todos los países e instituciones donde se realizó el experimento y se mantuvo incluso cuando los incentivos económicos para la deshonestidad eran elevados. Estos resultados son consistentes con aquellos modelos teóricos que tienen en cuenta las variables relacionadas con el altruismo y la autoimagen (por ejemplo, ser considerado/a un ladrón). Por ejemplo, cuando las personas se benefician enormemente de participar en un comportamiento deshonesto, aumenta el deseo de hacer trampa, pero también lo hacen los costos psicológicos de verse a sí mismo como un ladrón.
De los resultados, los investigadores encontraron una variación sustancial en las tasas de honestidad cívica, que van del 14 al 76%. Esta variación persiste en gran medida incluso cuando se controla por el PIB de los países, lo que muestra que otros factores además de la riqueza de un país también están en juego cuando se analiza la honestidad cívica. Por ello, las condiciones geográficas económicamente favorables, las instituciones políticas inclusivas, la educación nacional y los valores culturales que enfatizan las normas morales que se extienden más allá del grupo interno, también se asocian positivamente con las tasas de honestidad cívica. En todo caso, hace falta más investigación para identificar cómo estos y otros factores pueden contribuir a las diferencias sociales en el comportamiento honesto, y su impacto en el capital social y el desarrollo económico. Como punto positivo cabe destacar la casi inexistente diferencia geográfica en las tasas de honestidad cívica, hecho que desmonta los prejuicios y estereotipos que a veces caen sobre aquellas sociedades de países más pobres y menos desarrollados.
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