“España antes del tiqui-taca” es un documental que relata cómo se normalizaba la brutalidad y la violencia en el fútbol español hasta hace sólo tres o cuatro décadas y destaca el papel de la televisión y sus retransmisiones, cada vez más exhaustivas y desde más ángulos, como factor fundamental para la disminución de la violencia en el terreno de juego.
Como se ha señalado en el editorial del 25N de este diario, “el papel de los medios de comunicación es clave para contribuir a una esfera pública democrática y libre de violencia machista”. Romper el silencio, hacer llegar a la esfera pública la violencia que se ampara, normaliza (ver sección Omertá en este diario) e incluso jalea en ciertos ámbitos es un paso fundamental para su prevención y erradicación.
En este sentido, la mayor visibilidad del fútbol a escala global y el mayor detalle con que se muestra ha servido, sin duda, para privilegiar el juego y los futbolistas que mejor juegan, por encima de aquellos más dedicados a que no se juegue, que han sido tradicionalmente los más violentos.
Alfredo Relaño, director del diario AS desde 1996 y hasta el pasado 30 de abril, analizó el citado documental en una columna titulada “El fútbol que fue y que no debe volver”, criticando “el ambiente cuartelero y macho” que consentía la barbarie, posicionándose sin ambages en contra de aquella violencia y argumentando que el fútbol hoy es mucho mejor que entonces.
Vemos en la postura del señor Relaño cierta conexión con la actitud NAM descrita en otros artículos de este diario, pero su análisis nos permite además hacer otra reflexión sobre los modelos de masculinidad.
Aquel fútbol tradicional agresivo y violento, cualidades típicas de la masculinidad tradicional dominante históricamente celebradas por los equipos y sus aficiones jamás alcanzó ni la excelencia ni la trascendencia histórica ni los éxitos que otro tipo de futbolistas sí han conseguido en los últimos 10 años en España.
Los mejores equipos hoy están formados por futbolistas que pegan menos, saben más y se asocian mejor con sus compañeros. Por tanto, también en el fútbol, la masculinidad tradicional dominante resulta tóxica, obsoleta y fracasada.
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