Muchos son los hombres conocidos que realizaron hallazgos importantes en el período de la Segunda Guerra Mundial, como el informático Alan Turing. Ahora bien, también son muchas las mujeres que contribuyeron a tales hallazgos y, sin embargo, poco se habla de ellas.
En el período descrito, en la década de los cuarenta, las ciencias matemáticas y computacionales se encontraban en auge debido a la guerra: nuevos desarrollos, tareas de espionaje, etc. En febrero de 1946 los ingenieros informáticos John Presper Eckert y John William Mauchly presentaron el ENIAC (Electronic Numerical Integrator and Computer), el primer ordenador que, mediante circuitos eléctricos, era capaz de calcular las trayectorias de los proyectiles. Previamente al ENIAC, por supuesto, hubo otros dispositivos puestos a prueba, pero el nuevo ordenador de Presper y Mauchly era mil veces más rápido y eficaz. Sin embargo, para hacerlo funcionar necesitaban que fuera programado, lo cual no resultaba una tarea fácil teniendo en cuenta que contaba con 17.468 lámparas electrónicas, 10.000 condensadores, y muchos otros elementos. Y aquí es cuando entran en acción las heroínas a las que hacemos referencia hoy: las Top Secret Rosies.
Las Top Secret Rosies fueron seis mujeres, estudiantes de la Moore School of Electrical Engineering (Universidad de Pensilvania, EE.UU.), que fueron admitidas como programadoras de este nuevo aparato. El ENIAC se convirtió en un proyecto secreto del gobierno estadounidense, así que fue trasladado a la base militar de Aberdeen Proving Grounds, en Pensilvania, donde, mediante un convenio entre el gobierno y la Moore School, las Top Secret Rosies (Betty Holberton, Jean Jennings Bartik, Frances Spence, Ruth Teitelbaum, Marilyn Meltzer y Kathleen Antonelli) lo programaron. Las ingieneras desarrollaron las bases de programación, creando la primera biblioteca de rutinas y las primeras aplicaciones de software. También realizaban conexiones de cables del ordenador a través de los seis mil terminales que poseía, mejorando así su uso para lograr más cálculos y de forma más rápida. El ENIAC estuvo en uso hasta 1955, diez años después de la guerra.
Después de aquello, siguieron su camino aprovechando el aprendizaje proporcionado. Betty Holberton, a pesar de ser periodista, se había formado de forma autodidacta en informática y matemáticas. Ello le permitió participar en el UNIVAC I, ordenador mediante instrucciones por teclado, contribuir al desarrollo del C-10, un prototipo de lenguajes de programación modernos, y trabajar junto a Grace Hooper en los primeros estándares para COBOL y FORTRAN. Jean Jennings Bartik también siguió trabajando para otros proyectos del ENIAC y otros externos y se convirtió también en editora de Publicaciones Auerbach, revista pionera en tecnologías de la información. Otras, en cambio, como Ruth Teitelbaum enseñaron a las futuras generaciones de programadoras de la base de Aberdeen o se casaron para hacer una vida familiar, como Marilyn Meltzer, Frances Spence o Kathleen Antonelli, que contrajo matrimonio con el creador del ENIAC John Mauchly. En 1997 todas ellas fueron incluidas en el Women in Technology Hall of Fame.
Lo importante de toda su historia es que, al final, los casos de éxito siempre se consiguen en conjunto y en muchos de ellos siempre hay alguna o varias mujeres detrás.
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