Recientemente la miniserie “Creedme (Unbelievable)”, basada en hechos reales, nos muestra a una mujer víctima de una agresión sexual que ve cómo su denuncia queda en nada porque no se da veracidad a su relato, a la vez que el sistema penal se vuelve duramente contra ella misma. Este argumento es el que han ofrecido muchas mujeres para no denunciar agresiones sexuales porque carecían de otras pruebas de cargo más allá de su propia declaración. Ese “no me creerán” pasa a ser una barrera exclusora de la verdad demasiado fuerte para poder ser quebrada la mayoría de las veces.
Un ejemplo claro es el de las agresiones sexuales dentro de la vida en pareja o dentro de un mismo núcleo de convivencia, donde la cercanía y la intimidad son más habituales.
Es importante saber que las declaraciones de las víctimas tienen un valor mayor que el que habitualmente les atribuimos. Lo que ocurre es que para dar valor a la declaración debe ser analizada por personas expertas que detectarán los elementos que hacen poco veraz o inconsistente un relato. Por ello el Tribunal Supremo ha dictado sentencias que recogen los elementos indispensables que dotan de veracidad a las declaraciones. Recientemente una de sus sentencias (STS 119/2019) ha unificado estos elementos y expone claramente los criterios orientativos para la valoración de la declaración de la víctima.
Un ejemplo es el “lenguaje gestual de convicción”, que nos acompaña mientras relatamos y que muestra que el relato es consistente y sin lagunas, no entrando en contradicciones cuando se pregunta sobre el mismo hecho en particular. La construcción de la memoria es mucho más rica que la de la imaginación. Daremos más detalles que recordamos que no los inventados, que posiblemente olvidemos en días posteriores. También una seguridad y claridad expositiva ante el tribunal, con la descripción de elementos que benefician a la declarante tanto como los que le puedan perjudicar.
Pero algo importante que pocas veces se valora es la revictimización de la víctima y su impacto en la declaración.
En la miniserie vemos cómo la víctima debe declarar hasta cinco veces y, por cansancio o hastío, cambia detalles de la declaración, llegando a dudar incluso de sus propias percepciones. Por tanto, la revictimización no solamente afectaría al estado de la mujer sino que podría influir negativamente en la valoración de su declaración. Quizá deberíamos llamar “victimización inhabilitante” generalmente a la producida por una mala praxis de la administración, porque genera esos condicionantes negativos a la hora de ser creíble ante los demás. La adaptación televisiva es claro ejemplo de esto, mostrando las múltiples declaraciones de la víctima y el impacto que en ella producen.
Las víctimas no deberían temer no ser creídas en el proceso policial o judicial, si el relato es veraz. Así no debería ser necesario gritar “CREEDME”, sino únicamente contar siempre con los profesionales adecuados en cada momento del duro proceso que viven las víctimas de violencia machista.
Comparte esto:
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Reddit (Se abre en una ventana nueva)
- Más