En la sociedad actual vemos comentarios en las redes sociales como el de Albert Boadella, que no sólo justifica, sino que avala y comprende los comportamientos denunciados por las víctimas de violencia de género. En este caso en particular, se refiere a los hechos recientemente relatados por Angela Turner, reconocida soprano que compartió cartel con Plácido Domingo en 1999 en la Ópera de Washington.
A diario escuchamos en privado y en público este tipo de mensajes que justifican los comportamientos de agresores violentos y relativizan las denuncias valientes de las víctimas de abusos sexuales. Pero, gracias al extraordinario valor y fuerza de mujeres y hombres con un profundo compromiso con las relaciones igualitarias y deseables y que ejercen un posicionamiento claro y rotundo frente a la violencia de género, hoy es mucho más difícil dar rienda suelta al relativismo que fundamenta cualquier tipo de justificación.
Generalizar, y con ello arremeter contra todos los hombres, escondiendo la violencia tras supuestos comportamientos reproducidos por algunos hombres, nunca por todos, además de incierto y falaz, resulta antiguo y retrógrado. Los hombres que responden a esa descripción de uso de la violencia para el deseo tienen que ver con un tipo de masculinidad, la tradicional dominante, que usa la violencia como modo de acceder al poder y a su supuesto placer.
Los hombres de verdad no necesitamos usar la violencia para construir relaciones llenas de deseo, de pasión y de los mejores sentimientos. Los hombres de verdad disfrutamos de la libertad de las mujeres. Por ello, no aceptamos ni aceptaremos ese tipo de generalizaciones que pretenden recluir a todos los hombres del presente, del pasado y del futuro, que han luchado, luchamos y lucharán por la igualdad y por las mejores relaciones. Con ello pretenden justificar las acciones deleznables de unos pocos.
Si somos capaces de saltar estas barreras que nos imponen las cadenas de la dominación y de la violencia, que resultan tan perjudiciales para todos y todas, seremos capaces de aumentar las relaciones personales y también sexuales donde el consentimiento, el consenso y la diversión nos acercan a relaciones placenteras que ayuden al mismo tiempo a mejorar la sociedad.
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