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Uno de los artículos más comentados y compartidos en las redes sociales (según Altmetric) este año ha sido la investigación que han llevado a cabo Ethan S. Bernstein y Stephan Turban, publicado en la revista Philosophical Transactions B, The impact of the ‘open’ workspace on human collaboration”. 

La organización de los espacios de trabajo es una cuestión que siempre ha captado la atención y el interés de personas a cargo de empresas y otras instituciones y de académicos. En un entorno cambiante y reconociendo la relevancia de fomentar las interacciones entre los y las trabajadoras para crear ideas innovadoras y aumentar la productividad, la tendencia ha sido organizar los espacios de trabajo cada vez más como espacios amplios que realmente den lugar a ello. La pregunta que se han planteado Ethan S. Bernstein y Stephan Turban es si hacer esto realmente funciona: ¿Cuál es el efecto en la propia interacción de quitar las barreras físicas en los lugares de trabajo con la finalidad de crear entornos abiertos? 

Para ello ambos investigadores han llevado a cabo dos experimentos que consistían en transformar la organización de los espacios de trabajo, pasando de cubículos a espacios abiertos, y analizar cómo esto impacta en el tipo de interacción que tienen los trabajadores: ¿Fomenta esto la interacción cara a cara entre las personas? ¿O los trabajadores preferían comunicarse a través de canales digitales -e-mail, mensajería instantánea? 

Los resultados de este experimento son sin duda sorprendentes. Contrariamente a la creencia habitual, Bernstein y Turban observaron que cuando se transforman los lugares de trabajo pasando de espacios individuales -cubículos- hacia espacios abiertos, el volumen de interacción cara a cara disminuye significativamente (aproximadamente 70%) en ambos casos. Además de esto, lo que sucedía es que justamente en los espacios de trabajo abiertos, en los cuales supuestamente los y las trabajadores no tenían barreras físicas para interactuar, aumentaba la interacción a través de canales digitales. De esta forma, el cambio en la arquitectura de los lugares de trabajo, en lugar de derivar en una mayor colaboración cara a cara, daba lugar a que los propios trabajadores se relacionaran más a través de correo electrónico y mensajería instantánea.

Apuntan los investigadores que una intervención orientada a redirigir la interacción de una red a otra, como los rediseños de los espacios de trabajo abiertos, no solo cambia el canal de interacción (de cara a cara, a virtual), sino que también distorsiona con quién interactúa el o la trabajadora. Esto puede tener consecuencias sobre cómo y de qué manera productiva se realiza el trabajo, lo cual obliga a entender mejor los mecanismos que realmente fomentan la interacción productiva, y el comportamiento de los y las trabajadoras.

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