A mediados de la década de los ochenta, investigadores de Ciencias Sociales pasaron de atribuir el problema del rechazo y los malos resultados de aprendizaje de los chicos violentos a su contexto social, a tratar de explicarlo por lo que autoras como Debbie Epstein denominaron el dilema de los “chicos siendo chicos” (boys being boys). Las Ciencias Sociales ya habían demostrado durante las dos décadas anteriores tanto el fenómeno de la construcción social de la identidad (el “yo”) como el impacto que esa identidad puede tener sobre actividades sociales tales como la educación. Los trabajos de Mead, Rosenthal y Jacobson, o Moscovici (por solo citar a unos pocos), sobre cómo el “yo” es resultado de cómo nos ven los “otros”, estaban siendo confirmados por estudios de toda índole, como la famosa etnografía de Willis. Todo parecía confirmar que los “chicos malos” (o rebeldes como se les etiquetó muchas veces) actuaban de la manera en que lo hacían para alcanzar altas cotas de popularidad en el grupo de iguales.
Sin embargo, lo cierto es que investigaciones más recientes sobre prevención de la violencia de género han mostrado que existe un discurso coercitivo que conecta este tipo de comportamientos con una atracción hacia la violencia y hacia el modelo de chico que responde a lo que Flecha, Puigvert y Ríos denominan “modelo tradicional de masculinidad dominante.” Los chicos que optan por este modelo lo hacen para lograr ser populares dentro del grupo. A su lado están los chicos que actúan de manera sumisa. Estos chicos son los que los mencionados autores denominan “modelo de masculinidad oprimida.” Frente a ellos, se alzan las nuevas masculinidades alternativas (new alternative masculinities -NAM-), chicos que no aceptan la violencia en ninguna de sus formas, ni tener que adoptar roles de “chico duro” para ser respetados y valorados en el grupo. Al contrario, mientras que para los chicos “rebeldes” (lad boys) el rechazar todo lo que suene a “escuela”, el sacar malas notas, responder al profe, mantener una actitud retadora, forma parte de su forma de “ser chico”, en el caso de los NAM es todo lo contrario. Rechazo a la violencia también significa rechazo a las actitudes chulescas, al hecho de presumir por suspender el examen de matemáticas. La mediocridad y su alarde público es poco atractiva, y quienes la ejercen no forman parte del grupo de los guays. El cambio del lenguaje de la ética por el del deseo es un aspecto fundamental para quitar atractivo a la violencia.
La didáctica de las matemáticas ya hace décadas que estudia cómo ayudar a los estudiantes a quienes les cuesta aprender matemáticas. Pero los chicos que suspenden matemáticas como una forma de ser “populares” dentro del grupo, en realidad están siendo chicos totalmente tradicionales; todo lo contrario de los chicos NAM, que no solo se oponen a la violencia, sino que se esfuerzan por sacar los mejores resultados en matemáticas, porque saber matemáticas… ¡Es atractivo! Y presumir de lo contrario “queda fatal.”
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