¿Confiar o desconfiar? ¿En quiénes confían las mujeres, pero, sobre todo, en quiénes confían, cuándo y cómo las niñas y niños que se ven obligados a desplazarse de sus lugares de origen? Saber escoger en quién confiar o de quién desconfiar puede ser una estrategia de supervivencia útil para las personas desplazadas, refugiadas y/o víctimas de trata. Pero en este proceso también influye la credibilidad y la confianza, o la ausencia de la misma, hacia los y las menores desplazados por parte de las instituciones públicas. Patricia Hynes ha explorado el tema de la confianza y la desconfianza en los procesos migratorios forzados a través de las experiencias de mujeres y menores desplazadas, en el artículo científico Trust and mistrust in the lives of forcibly displaced women and children, publicado en la revista Families, Relationships and Societies.
Las mujeres, niños y niñas desplazados por la fuerza huyen de conflictos, desastres naturales, persecución política, violencia u otros peligros, hasta emplazamientos seguros. Este proceso, complejo y no lineal, ha sido categorizado en diferentes fases para un mejor análisis y comprensión sobre los diferentes caminos que pueden llevar a los y las personas desplazadas a convertirse en refugiadas o a verse involucradas en situaciones de trata de seres humanos. En estas etapas, la confianza o desconfianza se convierte en una herramienta útil para la toma de decisiones, incrementando así las posibilidades de supervivencia ante el riesgo que enfrentan y las diferentes formas de violencia, en especial de violencia de género que pueden sufrir durante el desplazamiento.
En la que es considerada la primera fase, el periodo de amenaza de desplazamiento, la desconfianza hacia personas de ideologías o conductas similares a la causa que les amenaza a desplazarles puede ser útil para sobrevivir (por ejemplo, ante la persecución ideológica, desconfiar de quienes profesan la ideología del régimen político que les amenaza). Además, para la infancia, ser testigo de la violencia ejercida hacia sus iguales puede ser determinante para la pérdida de confianza en la sociedad y en el estado, incrementando la necesidad de escapar.
La segunda etapa abarca la decisión de huir o el cruce fronterizo. El artículo recoge algunas experiencias de mujeres y niños del Pueblo Karen, una etnia del sur de Birmania que en diferentes momentos de la historia se ha visto forzada a desplazarse a la frontera con Tailandia huyendo del ejército birmano. Para algunas mujeres y menores que huían, desconfiar de soldados “diferentes” a su grupo y confiar en soldados Karen, fue crucial para alcanzar la frontera.
Durante la tercera fase, el viaje o desplazamiento, las personas desplazadas pueden estar en situaciones extremas de vulnerabilidad ante las que la decisión de confiar o desconfiar en una persona puede conllevar tener un trayecto seguro hasta otro emplazamiento o acabar en una situación de explotación. Cuanto más difícil sea para las personas desplazadas recibir protección internacional y cuando los países cierren sus fronteras, más expuestas se verán las mujeres y menores desplazadas a asumir riesgos y a tener que “confiar” en extraños.
En la cuarta y quinta fases, llegar a un lugar seguro de asilo y protección o a un campo de refugiados no siempre es garantía de seguridad para las mujeres y la infancia, que siguen expuestas al riesgo de sufrir violencia sexual como coacción para recibir protección o condición para acceder a un campo de refugiados. Saber qué decir, cuándo y a quién en este contexto es importante, así como desconfiar de según qué guardias u oficiales de inmigración.
En la siguiente fase, durante la integración, emplazamiento, repatriación o deportación, es frecuente, según el artículo, la desconfianza generalizada de las personas desplazadas hacia las instituciones públicas y la sociedad como consecuencia del propio proceso vivido. Ello se incrementa con la lentitud de los procesos administrativos y la incertidumbre permanente de si se les será reconocido o no el asilo y la protección. Según la autora, en esta etapa es esencial que, por parte de las instituciones públicas, a las mujeres, los niños y las niñas se les crea, escuche y se les proporcionen espacios en los que puedan hablar sobre las experiencias de abuso y violencia, para detectar, además, posibles situaciones de trata de seres humanos con fines de explotación.
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