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En ocasiones anteriores hemos explicado acerca de la radicalización violenta en jóvenes, los factores que la literatura científica ya ha identificado como de riesgo y de protección de este fenómeno, y a tener en cuenta en la prevención. En línea con esta idea, comentamos hoy la investigación de Heidi Ellis y Saida Abdi, publicada en la revista American Psychologist “Building community resilience to violent extremism through genuine partnerships”, de relevancia por el enfoque comunitario que aportan en relación a la prevención de este problema. 

Las autoras Ellis y Abdi reflexionan en este artículo sobre aquellas estrategias que desde la propia comunidad pueden contribuir a prevenir que jóvenes caigan en procesos de radicalización violenta y extremismo, partiendo de lo que llaman “resiliencia comunitaria”. Por “resiliencia comunitaria” se refieren a la capacidad de la propia comunidad de adaptarse y contestar a las adversidades, sobre todo delante de una situación de amenaza o un desastre, como pueden ser situaciones de violencia. 

Ambas autoras sugieren que cualquier estrategia orientada a aumentar la resiliencia comunitaria debe utilizar y mejorar las conexiones sociales ya existentes en la sociedad. La contribución y reflexión que aportan en este sentido es como desde la investigación científica se puede avanzar hacia comunidades más resilientes, donde haya una prevención activa del extremismo. Según ellas, la implementación de enfoques comunitarios y participativos en la propia investigación, lo que en inglés se conoce como “Community-Based Participatory Research”, puede ser de ayuda para crear sinergias entre gobiernos y comunidades. Tres son los argumentos que aportan en este sentido. En primer lugar, la conexión social dentro y entre las comunidades es un factor clave para contrarrestar específicamente los factores de riesgo asociados con el extremismo violento. Dentro de las comunidades se refiere a individuos que comparten identidades sociales similares, “vínculos sociales”. Entre comunidades se refiere a grupos compuestos por individuos con diversas identidades sociales pero que comparten un sentido de comunidad común. En segundo lugar, el papel de la conexión social entre comunidades e instituciones u órganos de gobierno, es decir, la vinculación social, ofrece una oportunidad para abordar la injusticia social y construir estructuras para la intervención con aquellos jóvenes vulnerables a caer en procesos de extremismo violento. Por último, el enfoque comunitario y participativo de investigación supone un modelo de participación y asociación de la comunidad en la investigación, proporcionando un marco de cómo mejorar esta conexión social, y construir así comunidades resilientes.

Con todo, la utilización de estos enfoques pueden contribuir a desarrollar una atmósfera de confianza, colaboración y aprendizaje conjunto a la hora de poner en diálogo diferentes comunidades, teniendo en cuenta las diferencias en términos culturales, y de desigualdades de poder, recursos y de acceso a la información. 

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