La depresión es un problema de salud pública en la que el apoyo social directo e indirecto juega un papel clave a la hora se disminuir los efectos del estrés, la preocupación, las dolencias físicas, las enfermedades o el duelo ante la pérdida de seres queridos. En esta línea, la revista Health Communication acaba de publicar la investigación “Confidant Network and Interpersonal Communication Associations with Depression in Older Adulthood”, que explica la influencia de las interacciones comunicativas entre las redes personales de confianza y el apoyo social en la salud mental y el nivel de bienestar emocional en edades adultas.
La literatura científica demuestra que la red de apoyo de una persona se construye a través de los diferentes tipos de relaciones humanas que se van configurando en múltiples “capas”. La capa externa de esta red la conforman las relaciones que son producto de la participación comunitaria, aportando a la persona creación de sentido y sentimiento de pertenencia a un grupo. A esta capa se anida otra compuesta por conexiones sociales que requieren interacciones que van tejiendo una red personal más cohesionada. La capa más interna es la que presenta una asociación más fuerte con los niveles más bajos de depresión, y se genera cuando construimos lazos afectivos sólidos y de mayor confianza a través de interacciones de calidad más íntimas y frecuentes con algunas personas de esta capa y subcapa exterior.
El estudio se centra en dos mecanismos comunicativos que evidencian impacto en la salud mental de las personas que componen nuestra red social y correlacionan con mayor o menor probabilidad de sufrir depresión en la edad adulta. El primero hace referencia a la voluntad y capacidad de apertura comunicativa que tiene una persona para hablar sobre una variedad de temas con diferentes personas de su entorno más íntimo de amistad y/o familiar, incluyendo la comunicación deliberada sobre pensamientos y sentimientos propios, lo que fomenta la creación de confianza. En la dirección opuesta, manifestando tendencia al aumento de las probabilidades de sufrir depresión, el segundo mecanismo comunicativo se asocia al daño en el autoconcepto que provoca la crítica, es decir, los mensajes desafiantes de insatisfacción que una persona recibe con respecto a su comportamiento o cualidades personales por parte de su círculo íntimo.
Los resultados indican que el entrenamiento en habilidades sociales para aumentar la cantidad de interacciones en personas adultas que sufren depresión, únicamente ampliando su red social, no es suficiente. El factor que cobra mayor relevancia a la hora de mejorar nuestra salud mental y la de las personas que tenemos alrededor es la calidad y el tipo de interacciones comunicativas que establecemos dentro de nuestra red social. En este sentido, las intervenciones deberían ir dirigidas a facilitar el aumento de la confianza y la apertura comunicativa en las relaciones personales, ofrecer herramientas sobre cómo hacer frente a la crítica o, más importante aún, reevaluar las relaciones negativas que causan más daño que apoyo útil. A su vez, el entorno social de las personas adultas que sufren depresión debería recibir capacitación sobre cómo crear contextos que faciliten la apertura comunicativa y cómo generar calidez y afectividad en el trato para comunicar desacuerdos de manera honesta y no dañina ni desafiante.
La investigación invita a reflexionar profundamente sobre el tipo de relaciones e interacciones verbales que ofrecemos y recibimos de las personas que componen nuestra red social, la importancia de contar con familiares y amistades con quienes hablar abiertamente de lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos emociona o lo que nos preocupa y de ser para ellos y ellas también esa persona en la que pueden depositar su confianza. Si la comunicación explica, en parte, el vínculo entre la red de apoyo social y la depresión en personas adultas, del mismo modo la comunicación proporciona la clave para mejorar la salud y el bienestar emocional de quienes nos rodean.
