Recientemente la prensa se ha hecho eco de la iniciativa del curso pasado del AMPA de la escuela Tàber de Barcelona, gestionada por la Generalitat catalana, dentro del proyecto “Biblioteca y Género”, consistente en la revisión del catálogo de 200 libros destinados a niños y niñas menores de seis años, es decir de educación infantil, que suponen un 30% del fondo total de la biblioteca. La comisión de género de la escuela, “ha tomado esta decisión tras un análisis exhaustivo, junto a la Asociación Espai i Lleure (Espacio y Ocio), de parámetros como el grado violencia, qué papel juegan hombres y mujeres en la historia, qué emociones expresan y qué roles desempeñan”. El pasado curso el centro ya concluyó -después de analizar 600 libros- que la mayoría de personajes femeninos eran secundarios y se les atribuían tareas de curas o maternidad o roles relacionados con el amor. En cambio, los masculinos eran protagonistas y con actitudes más competitivas y de valentía.”

Únicamente un 10%, se indica, están escritos con una perspectiva de género. La razón para eliminarlos ha sido que se considera que son tóxicos para las niñas y los niños por su alto contenido sexista. Una de las madres integrantes de la comisión que revisó el catálogo, Anna Tutzó, ha argumentado que “Había un 11% que los consideramos buenos en perspectiva de género y un 30% muy negativos, altamente estereotipados y con contenidos machistas y racistas. Creemos que no tocaba que estuviesen en aquella biblioteca. No es ninguna locura lo que hemos hecho y más para dar paso a otro tipo de cuentos”.

Entre ellos aparecen cuentos tradicionales, como la leyenda de Sant Jordi,o los cuentos de La Bella durmiente o Caperucita Roja pero también libros destinados al aprendizaje de hábitos o relatos más contemporáneos. Las familias argumentan que en la etapa tan temprana las niñas y niños no tienen capacidad crítica y pueden absorber y asimilar con naturalidad comportamientos machistas. Anna Tutzó “prefiere no dar títulos porque considera que lo importante es poner el foco en el problema de fondo, que va más allá de los cuentos tradicionales. Además, estos son minoritarios, también afecta a libros para aprender el abecedario, los colores o los hábitos. La sociedad está cambiando y es más sensible a la cuestión de género, pero esto no se está reflejando en los cuentos”. En la revisión del catálogo de libros dirigidos a primaria de la escuela Tàber, emprendida el curso actual, no se han planteado retirar ningún título por la siguiente razón: “En la primera infancia los niños son esponjas y absorben todo lo que hay a su alrededor, así que pueden naturalizar los patrones sexistas. En cambio, en primaria los estudiantes ya tienen más capacidad crítica y los libros pueden ser una oportunidad para aprender, para que ellos mismos se den cuenta de los elementos sexistas”.

Por una parte la revisión llevada a cabo en el centro y por otra la opinión experta. La periodista Ivanna Vallespín recoge algunos testimonios: “Los expertos en coeducación, igualdad o literatura coinciden en que se trata de un debate “complejo” que no se puede reducir a una serie de obras. Aplauden que se cuestione qué tipo de literatura infantil se lee, pero destacan que la importancia radica en un acompañamiento del niño en el momento de la lectura y rechazan mayoritariamente la retirada de libros”. Entre estos testimonios recoge la opinión de Marta Roig, bibliotecaria y experta en literatura infantil que, como otras voces expertas consultadas, señala que no podemos acercarnos a la lectura de estos libros sin tener en cuenta el contexto histórico en que fueron escritos y la lectura simbólica que incluyen, destacando: “En la leyenda de Sant Jordi hay un pueblo que lucha conjuntamente contra una adversidad, que es el dragón, y que afecta a todos, incluso a la princesa, que es la monarquía. Y Sant Jordi es un hombre porque es un caballero de la época medieval. Y al final logran vencer al enemigo común. Para Roig los clásicos: “Forman parte de nuestra historia cultural y si los eliminamos perdemos más de lo que ganamos, perdemos la memoria de lo que somos y de dónde venimos”.

Efectivamente, los cuentos clásicos, como ya han demostrado investigaciones científicas rigurosas como las de Jack Zipes, por ejemplo, tienen una clara intención política, en su contexto original son un medio de resistencia de la comunidad frente al poder en el que narran lo que les ocurre, generando imaginarios de identificación y rebeldía.

Personalmente esta situación me genera diversos interrogantes. Si el criterio para seleccionar libros en una biblioteca escolar debe, necesariamente, tener en cuenta criterios de calidad literaria y estética, ¿se ha seguido este criterio?, porque a tenor de los libros eliminados no parece ser así. Como desconocemos los libros eliminados (y ese no es un factor menor como señala una de las madres de la comisión, es muy importante para identificar los criterios de selección) es difícil deducirlo pero, puesto que hablamos de niños y niñas de educación infantil, no estamos hablando de los cuentos originales, de las versiones que de los cuentos de la tradición oral hicieron autores como Straparola, Basile, Perrault o Madame d´Aulnoy, textos que muy pocas personas conocen porque los clásicos se conocen, sobre todo, desde las versiones de Disney que legitiman a unos discursos sobre otros en sus versiones, dan poder a unas voces sobre otras. Pocas personas han leído los textos originales y lo que conocen son sus textos adaptados, censurados o transformados según pasa el tiempo y cambian los contextos sociales e históricos. Incluso se produce un cambio en el propio concepto de infancia. Se reinterpretan desde las vivencias de las personas, dotándolos nuevamente de ideología. Todo ello lo investigan las revisiones feministas de rigor científico. Porque no todo es blanco o negro. La simple inversión de roles masculino-femenino en los cuentos tradicionales, por ejemplo, cuando se une al utilitarismo curricular de la lectura, reduce su pluralidad de significaciones ofreciendo como única interpretación válida la interpretación adulta y eso nunca es bueno ni literaria ni educativamente hablando. De lo que estamos hablando en este caso, parece ser (sería imprescindible conocer el listado de obras espurgadas de la biblioteca para afirmarlo), de adaptaciones de esos cuentos clásicos. No todas las adaptaciones son de calidad, pero ese no es un problema del cuento, es un problema del trabajo de escritura de la persona que los adapta y, en ese caso, en lugar de descartar el cuento habría que buscar otra adaptación de más calidad para acercar los clásicos a los niños y niñas de educación infantil. Pero no creo que la selección negativa, el expurgo literario, haya ido en ese sentido. Nos podemos preguntar si las personas que han decidido eliminar los libros han tenido en cuenta en su selección los imprescindibles criterios de calidad literaria y estética unidos a la educación literaria y, además, otros criterios claros y argumentados científicamente desde el género y la coeducación. También sería muy interesante conocer la opinión del profesorado implicado como agentes de mediación de la lectura implicadas e implicados en el tema.

La alerta que se dispara en escritoras y escritores, en bibliotecarias y bibliotecarios y en investigadoras e investigadores en literatura y género no debería ser ignorada. Todas las voces deben ser incluidas en el debate porque otras escuelas han tomado ejemplo de esta iniciativa, y van a hacer también sus propias revisiones de su catálogo para retirar aquellos libros que consideren sexistas.

Cuando Anna Tutzó , la madre entrevistada, se expresa en Betevé también se refiere a otros libros que tratan conceptos diversos como ya se ha señalado; en ese caso podemos deducir que está hablando de libros informativos que no son lo mismo que libros de literatura. En ambos casos ¿qué criterios de selección se han seguido para eliminar o conservar los libros en función de la biblioteca de aula en infantil?, ¿Cómo se ha considerado la animación lectora que debe generarse en el aula?; son muchos los interrogantes que genera su eliminación.

El expurgo siempre es muy delicado, y no debe traspasar la línea de la censura, siempre indeseable y peligrosa, porque cuando hablamos de libros no debemos olvidar que leerlos y reflexionar sobre su contenido también es una herramienta de subversión y transgresión desde el diálogo compartido. Porque los niños y las niñas, receptores y receptoras de la lectura, se apropian de los textos de maneras diversas. La lectura crítica es una herramienta para la ciudadanía crítica, para la democracia, porque la reflexión de los textos y los contextos de los libros siempre va unida a la reflexión sobre nuestro propio contexto. Si no aprendemos a detectar, a visibilizar, nunca aprenderemos a prevenir y a transformar.

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