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Es una realidad que el movimiento feminista y los estudios de género están viviendo grandes cambios en los últimos años. A mi entender, positivos. Pero siendo mi contexto de trabajo el universitario, desde hace un tiempo, me preocupan algunas cuestiones que pueden desactivar un momento tan transformador como el actual: ¿cuáles son nuestros referentes presentes y cómo construiremos los futuros en estudios de género?

Esta duda empezó a cobrar forma al observar el “culto” a determinadas figuras cuyas aportaciones no sólo han quedado obsoletas -fueron elaboradas en los años 70 y 80- sino que además no han logrado presentar evidencias de su impacto social, dicho de otro modo: cómo han logrado mejorar la vida de las mujeres y las relaciones de género. Y, lo más grave, han como mínimo callado y a veces colaborado activamente con los acosos sexuales de un catedrático muy compulsivo. Son personas que a mi entender forman parte del pasado, pero observo cómo algunas se empeñan en continuar manteniéndose a flote. Esta crítica / reflexión no está reñida con el reconocimiento a quienes sí han hecho aportaciones que nos han ayudado a avanzar, a quienes debemos la consecución de muchos de los derechos de los que hoy gozamos. Mujeres presentes en las luchas vecinales, que trabajaron solidariamente por ayudar a otras compañeras sin buscar la fama… Por desgracia, éstas no son las que generalmente han logrado que se publiquen sus libros o las inviten a realizar conferencias.

Por el contrario, veo a muchas otras mujeres trabajando, no sólo por su presente y futuro, sino por el de todas. Mujeres que, superando todos los obstáculos conocidos –por ejemplo, techo de cristal o barreras en la conciliación-, están realizando verdaderas aportaciones a los estudios de género, dando respuestas efectivas a los problemas reales que vivimos las mujeres, demostrando que los resultados de sus investigaciones sí están ayudando a mejorar nuestras vidas… Mi profunda preocupación radica en que estas grandes investigadoras, una vez más, están quedando en el anonimato. Mientras que aquellas que labraron su fama en el pasado, en base a criterios muy distintos de los que actualmente se nos exigen a las mujeres, presionan para mantenerse como representantes del feminismo.

Si su currículum no responde a las exigencias actuales, si el impacto social de sus trabajos no es posible demostrarlo, conviene que den un paso al lado y no sean un obstáculo para todas aquellas mujeres que están superando las tradicionales barreras patriarcales y cuyos trabajos están siendo una verdadera aportación para los estudios de género presentes y futuros. También es necesario que el resto de la ciudadanía nos neguemos a que nos sean impuestos estos referentes. Con este artículo pretendo que todas las personas nos cuestionemos los criterios con los que queremos seleccionar nuestros referentes académicos presentes y futuros, así como aquellos que queremos que perduren en nuestra memoria. Aquellas cuyas huellas del pasado queremos que guíen nuestro camino futuro. ¿Queremos que sean las que más libros publicaron, salieron en la tele, ocuparon algún cargo institucional…? ¿O las que se atrevieron a salir a la calle para reivindicar el derecho al voto, aquellas médicas que se arriesgaron a proporcionar anticonceptivos o aquellas mujeres que trabajaron por erradicar el analfabetismo, que siempre se solidarizaron activamente con  las víctimas de la violencia de género y nunca fueron cómplices activas o pasivas de los acosadores?

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