Hace quince años, la Unión Astronómica Internacional bautizó un cráter de Venus con el nombre de una mujer que vivió en la China feudal. Al igual que otras mujeres a lo largo de la historia, Wang Zhenyi fue capaz de superar los obstáculos que obturaban su potencialidad y estallar hacia el exterior.
Nacida en 1768, sus primeros conocimientos los obtuvo a través de la lectura del cúmulo de libros que poseía su abuelo. Podía haberse dedicado tan solo a cocinar y a coser, habilidades a las cuales, según sus propias palabras, estaban destinadas ella y sus congéneres. No lo hizo, sino que se fue instruyendo de manera autodidacta en matemáticas, medicina, geografía y, con especial interés, en astronomía.
Su matrimonio, a los veinticinco años de edad, no fue un impedimento para que siguiera con las observaciones estelares que le otorgarían prestigio. Así, investigó la relación entre los eclipses del Sol y de la Luna. Hizo cálculos sobre el número de estrellas. Y en particular, indagó sobre la rotación del Sol, la Luna, Mercurio, Marte, Júpiter, Saturno, y Venus, el planeta que dos siglos más tarde ostentaría su nombre en un cráter.
Por desgracia, la vida de Wang Zhenyi fue muy corta. Falleció en 1797, a los veintinueve años de edad, cuando aún había tenido tiempo de escribir doce libros sobre astronomía. Por lo demás, está escrito que fue feliz en su matrimonio. Su paso fugaz sobre la Tierra resultó fructífero, y parece que dichoso, una huella que el cráter venusiano se encarga de mantener viva.
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