Beatrix Potter (1866 – Londres) comenzó a escribir desde muy joven. Pero no solo fue escritora, también se dedicó a la Ilustración gráfica y la literatura naturalista.
Su infancia se desarrolló en un ambiente victoriano, en el que las mujeres se encontraban con problemas cuando querían dedicarse a actividades diferentes a aquellas para las que estaban destinadas. Perteneció a una familia adinerada, pero pasó su infancia recluida en casa con una institutriz.
Beatrix Potter disfrutaba de las vacaciones en Escocia; durante su estancia allí comenzó a observar muy de cerca los animales y las plantas; los dibujaba, tomaba notas…
A los veinticuatro años escribió su primer cuento: El cuento de Perico, el conejo travieso (Peter Rabbit ). Diez años después, reescribió el relato y se convirtió en un libro que ella quiso que fuera diferente, de manera que realizó ilustraciones para él.
Beatrix Potter presentó el libro a una editorial, pero fue rechazado. Más tarde, la propia escritora lo publicó por su cuenta. Fue un éxito.
Otra editorial se interesó por ella y publicó, con ella, más de veinte libros.
Pasaba el día entero frente a los animales, dibujando hasta el último detalle. De hecho, esos animales que observaba constituían la base para sus proyectos literarios.
Se vio obligada a dejar de escribir a partir de 1920, debido a su mala visión. Su último libro se publicó en 1930.
En sus últimos años, con los beneficios de sus libros y la herencia de la familia compró primero una granja con ovejas y, posteriormente, grandes parcelas, hasta catorce. Se apasionó con este proyecto y consagró su fortuna a proteger la naturaleza.
Fue pionera en el pensamiento ecológico. Protegió la naturaleza de la especulación urbanística hace ya más de cien años.
También fue una avanzada en la ciencia. Beatrix Potter descubrió que los líquenes eran una relación simbiótica entre algas y hongos. Quiso presentar su trabajo en la sociedad científica, pero no se lo permitieron por ser mujer.
Poseía una gran sensibilidad científica y artística para estudiar la naturaleza. Su casa estaba llena de conejos, ratoncillos, perros e insectos que coleccionaba para observar e ilustrar minuciosamente. A pesar de estar rodeada de animales, le fascinaba especialmente dibujar hongos.
Fue una bióloga autodidacta. Sus ilustraciones todavía se utilizan para estudiar los diferentes organismos
En 1997, la Sociedad londinense Linneana le pidió perdón a título póstumo.
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