Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionados con la infancia son una apuesta por un modelo social y político que pone en el centro a los niños y a las niñas, en especial a los y las más vulnerables. A nivel mundial, en UNICEF tanto la protección contra la violencia como el desarrollo de la primera infancia se reconocen como los cimientos fundamentales del desarrollo humano. Garantizar ambientes seguros para los niños y niñas pequeñas es uno de los puntos esenciales de la agenda global del desarrollo. En los ODS se reconoce que la violencia contra los niños es un impedimento para el desarrollo sostenible y reconocen que el desarrollo de la primera infancia puede contribuir a impulsar la transformación que esperamos lograr.
En el informe realizado por Unicef en 2018, Progreso para todos los niños en la era de los ODS, se organizan, los 44 indicadores de los ODS relacionados con la infancia en cinco dimensiones de los derechos de los niños y de las niñas: el derecho a sobrevivir y prosperar, a aprender, a estar protegido contra la violencia, a vivir en un entorno seguro y limpio, y a tener las mismas oportunidades de triunfar.
Estar protegido contra la violencia es un derecho de la infancia, pero ¿es posible cumplirlo para el 2030? Parece que, a pesar de que es una de las metas a nivel mundial, sólo un número muy pequeño de países está en camino de lograr los indicadores analizados en el informe anteriormente citado. Los 10 indicadores evaluados incluyen la violencia sexual y de la pareja íntima contra las niñas, la disciplina violenta, el trabajo infantil, la mutilación o ablación genital femenina, el matrimonio infantil y el registro de nacimientos. Esto nos debe poner en alerta a la hora de seguir caminando a hombros de las evidencias científicas para no desviarnos del propósito.
Puede parecer que la violencia en la infancia solo se da en países con pobreza o que están en guerra pero la realidad es que se da a nivel mundial. En junio de 2017, Unicef elaboró el report nº 14 de Innocenti en el que nos muestra las altas tasas de violencia que sufre la infancia en los países de ingresos altos. Por ejemplo, las tasas de homicidio infantil son mucho más elevadas en América que en Europa: en México, la tasa es 9 veces superior al promedio de los países examinados, y en los Estados Unidos de América, 4 veces superior; al menos 1 de cada 10 niños de los países estudiados sufre acoso frecuentemente y la incidencia es particularmente elevada en los Países Bálticos y, en promedio, una de cada cinco mujeres afirma haber sufrido violencia física infligida por un adulto antes de cumplir los 15 años.
La violencia cotidiana que más afecta a los niños y niñas de los países de ingresos altos es el acoso. Como hemos visto en otros artículos, cualquier exposición a la violencia se convierte en parte de la visión del mundo que tiene nuestro hijo o hija, por lo que el grado en que se cumpla el objetivo de proteger a la infancia contra la violencia afectará directamente al futuro de millones de niños y niñas y por tanto contribuirá a ir construyendo una sociedad mejor para todo el mundo.
Por todo ello conviene que los estados y demás organismos intergubernamentales centren los esfuerzos a través de los objetivos y compromisos internacionales, en procurar una infancia libre de violencia para todas las niñas y niños como una inversión retornable en un futuro mejor para todas y todos.
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