
Williamina Paton Stevens nació en Escocia en 1857 y murió en Estados Unidos en 1911. El apellido Fleming por el cual es conocida se debe a su marido James Orr Fleming, con quien contrajo matrimonio en 1877, cuando tan solo contaba 20 años de edad. Cabe atribuir a la inexperiencia debida a su juventud el hecho de que no eligiera bien. Porque no cabe duda de que J. O. Fleming no era un hombre de bien. En consecuencia, después de que el matrimonio dejara el Reino Unido para instalarse en Boston, en cuanto Williamina quedó embarazada la abandonó. Así de crudo. De forma que en 1879 nació su hijo Edward y ella necesitó encontrar trabajo.
Nos encontramos ante una historia más de superación femenina frente a una canallada, y de desarrollo de una inteligencia innata. Williamina Fleming, que tuvo que acarrear toda su vida el apellido de su marido, se empleó sin más como criada en casa del profesor de astronomía Edward Charles Pickering. Su suerte cambio de signo cuando su empleador le ofreció trabajar en la oficina del observatorio astronómico, ampliando al poco su tarea con la realización de determinados cálculos matemáticos. En este punto podemos detenernos a observar cómo la deserción del esposo y padre James Orr Fleming abrió para su mujer un horizonte que probablemente no habría tenido a su alcance con su papel de esposa y madre. Sucedía a finales del siglo XIX. Alcanzado nuestro siglo, creemos que historias semejantes ya no tienen cabida.
Prosiguiendo con la semblanza de Williamina Fleming, vemos cómo pronto pasó a formar parte del personal de investigación, siendo así que en un período de nueve años no solo catalogó 10.000 estrellas sino, más importante, descubrió 310 estrellas variables, 59 nebulosas y 10 novas. Su mayor contribución a la astronomía fue, sin embargo, el descubrimiento en 1888 de la Nebulosa Cabeza de Caballo. Una aportación a la astronomía que al año siguiente le valió ser nombrada Conservadora del Archivo de Fotografías Astronómicas en Harvard, cargo que por primera vez ostentaba a una mujer. También sería la primera en alcanzar, en 1906, una plaza honoraria en la Royal Astronomical Society de Londres.
Ignoramos qué fue de su marido. De ella, que murió a los 54 años de edad en Boston, sí sabemos. Cómo científica y cómo una de las pioneras en abrirse camino en las zonas reservadas a los hombres.
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