Este año 2018 el Movimiento #MeToo se ha extendido con una rapidez increíble. Se ha convertido en un fenómeno global que ha provocado el despertar de la conciencia ciudadana sobre la importancia de abrir espacios de diálogo para visibilizar la violencia sexual existente y la complicidad y la solidaridad social necesarias para su erradicación. El movimiento #Metoo, que se inició en octubre de 2017 a raíz de las acusaciones públicas por acoso sexual contra Harvey Weinstein, provocando que multitud de mujeres vinculadas a la industria del cine decidieran romper el silencio, ha traído consigo que algunas conductas que antes eran percibidas como aceptables o incluso plausibles para algunos, han devenido en mezquinas y rechazadas públicamente por muchos. La consecuencia casi inmediata para Weinstein fue que fue retirado de la compañía que él mismo fundó, y en el caso de Kevin Spacey, despedido de la serie que protagonizaba y de una película que estaba a punto de estrenarse, en la que fue reemplazado por otro actor.
Este movimiento social ha supuesto la culminación de un proceso que se ha venido gestando a nivel internacional y que tiene sus antecedentes en la activista Tarana Burke que, años antes de que salieran a la luz estos testimonios, lanzó una campaña llamada Me Too, en la que pretendía incluir las voces de mujeres pertenecientes a comunidades más marginalizadas que habían sufrido acoso sexual. Una década después, el hashtag #metoo, inspirado en la campaña de Burke, se ha vuelto viral en redes sociales como Facebook o Twitter y ha sido utilizado por millones de personas que han querido compartir sus vivencias, en los cinco continentes.
El pasado mes de abril Google lanzó Metoo Rising, un mapa interactivo que representa las 300 ciudades principales que diariamente hacen búsquedas con el hashtag #MeToo. Hemos visto cómo el hashtag ha dado la vuelta al mundo y cómo, en tan solo un año, se han ido creando más espacios de denuncia y solidaridad que han generado muchos impactos positivos en diversos lugares, campos sociales y ámbitos profesionales.
En México, con el hashtag #MeTooMX, actrices, comediantes, deportistas y escritoras rompen el silencio y nos cuentan sus propias experiencias. Actrices como Karla Souza, Stephanie Sigman y Paola Núñez relatan el acoso sexual sufrido en los inicios de su carrera profesional y cómo se les han cerrado muchas puertas por no acatar situaciones vejatorias por parte de directores. También la actriz india de Bollywood Mona Mathews explicó al diario The Washington Post que ocasionalmente en los castings se pregunta a las actrices a qué cosas están dispuestas a acceder. Estas víctimas se enfrentan a perder sus empleos y su reputación, dado que a menudo el sistema legal de la India suele culparlas.
En el marco del Festival de Cine de Berlín celebrado en febrero, se incluyó un debate sobre el acoso sexual y la discriminación, así como un rincón de asesoramiento, donde los y las invitadas podían hablar o informar sobre sus vivencias en relación con la discriminación o el abuso sexual. Durante el proceso de selección, este año se han descalificado cinco películas porque había acusaciones creíbles de acoso sexual del director, guionista o protagonista de la película.
En el ámbito deportivo han surgido miles de denuncias de casos de abusos sexuales en Francia mientras estaba teniendo lugar el Mundial de fútbol. A través del hashtag #MeTooFoot en Twitter, mujeres han relatado diferentes casos sucedidos mientras miraban partidos en pantallas gigantes: besos sin consentimiento, manoseos, etc. Numerosos testigos, tanto hombres como mujeres, se han unido a las denuncias apoyando la causa.
La lucha por la igualdad y la denuncia de las discriminaciones sufridas por las mujeres en todos los ámbitos de la vida, ha llegado también a la iglesia. La Iglesia Evangélica luterana de Islandia ha firmado una declaración de apoyo al movimiento #MeToo. En esta declaración, se recogen los testimonios de 64 mujeres que denuncian situaciones de discriminación y violencia dentro de su Iglesia. También en el ámbito religioso, ha arraigado una nueva rama del movimiento con el hashtag #MeTooGuru, que denuncia los casos de agresiones y acoso sexual en el budismo, por parte de algunos maestros. El Dalai Lama se comprometió a tomar medidas y dijo que tenía el material y las pruebas para señalar a los agresores y afirmó que han actuado mal y no se les debe seguir porque no representan al budismo tibetano.
En política y economía, #PayMeToo es la iniciativa de un grupo de mujeres parlamentarias en Reino Unido, que representan a diferentes partidos políticos y que tienen, entre otros, el fin de facilitar a las mujeres que trabajan en empresas con desigualdad salarial que puedan denunciarlo públicamente, y dar asesoramiento sobre cómo tratar el tema de la mejor forma para hacer prevalecer sus derechos a mujeres que corren el riesgo de ser tachadas de agitadoras y despedidas por ello. Este grupo de parlamentarias las alienta y anima para que creen entre ellas redes de colaboración desde sus lugares de trabajo y comiencen a abrir espacios de diálogo con jefes y compañeros sobre sus sueldos.
También en el campo de la economía, el Banco Mundial (BM) pasó hace unos meses una encuesta interna cuyos resultados revelan que un 25% de las mujeres que respondieron asegura haber sufrido acoso sexual, sólo el 12% presentó una queja formal y la mayoría manifiesta no haber recibido una respuesta satisfactoria a la gravedad del asunto. De hecho, el 18% de las que rompieron el silencio, sufrieron represalias. Algunas de las medidas dirigidas a afrontar esta problemática que el BM anunció van desde la contratación de una consultora para analizar el sistema de investigación ante denuncias de este tipo hasta obligar a todos los trabajadores a realizar un curso sobre prevención del acoso sexual.
En otros campos profesionales, destacamos en España el hashtag #metooFISIO que surgió para denunciar las situaciones de machismo y acoso que sufren día a día las fisioterapeutas, al que se han sumado mujeres de la profesión sanitaria, como médicas, enfermeras o auxiliares, acosadas por pacientes o compañeros de profesión. Por otro lado, se han unido pacientes mujeres que han sufrido acoso por parte de profesionales sanitarios, situaciones vejatorias o incluso agresiones sexuales. El eco de este movimiento se ha internacionalizado y profesionales de otros países se han sumado a la denuncia.
El estudio Sexual Harassment of Women: Climate, Culture, and Consequences in Academic Sciences, Engineering, and Medicine evidencia el acoso sexual sufrido por mujeres que estudian o trabajan en el campo científico. Este informe, supervisado por el Comité de Mujeres en Ciencias, Ingeniería y Medicina (CWSEM), destaca movimientos sociales como el #MeTooSTEM, fundado por entidades que han desarrollado políticas para erradicar el acoso sexual, como la Fundación Nacional de Ciencias de Virginia (EEUU), que obliga a informar si alguno de sus trabajadores está bajo investigación por acoso sexual.
Incluso en China, el movimiento #Metoo está creciendo en los últimos meses a pesar de la censura y los ataques online a los que se enfrentan las activistas. El movimiento ha crecido tanto en poco más de un año que ha hecho sentirse más fuertes a las mujeres de Corea del Sur, que han recibido un fuerte apoyo desde China a través de las redes sociales con muestras de admiración por el coraje de las movilizaciones en la defensa de sus derechos vulnerados por el fenómeno de las “spycameras”, cámaras ocultas en que las mujeres son grabadas, sin consentimiento y sin saberlo, desnudas o teniendo sexo, y después son publicadas en las redes sociales. Bajo la presión de las protestas, la policía surcoreana ha formado un equipo especial de investigación para tratar el problema.
En España, el ‘hashtag’ #Cuentalo, surgido de las concentraciones en solidaridad con la víctima de “La Manada”, produjo cerca de tres millones de tuits en tan solo 14 días, que fueron examinados por un equipo de analistas de datos; un torrente que cruzó a América Latina. Hubo más de 3.500 relatos sobre violaciones a menores de 18 años y más de 1.000 a menores de 12. En debates de Twitter con el hashtag #meTooEspaña podemos leer testimonios de periodistas que han tenido que soportar groserías en entrevistas a famosillos supuestamente progres. “Aún nos humillan, nos discriminan, nos violan, nos matan, pero ahora hay un debate intenso en casa, en la calle, en el trabajo, en los bares. Y el debate conciencia. Ahora, cuando cuento esto, todo el mundo, todo el mundo, se lleva las manos a la cabeza. Es más que en 2004.”
Tarana Burke, la mujer que creó el movimiento #MeToo, llama a sus compañeras y compañeros activistas a seguir promoviéndolo entre todas las personas. En sus declaraciones vía Twitter lo especificó de la siguiente manera: “He dicho en repetidas ocasiones que el #metooMVMT es para todos y todas… La violencia sexual trata sobre poder y privilegio. Eso no cambia si el perpetrador es tu actriz, activista o profesor favoritos de cualquier género.” Burke advirtió que algunas personas atacarían la credibilidad del movimiento #MeToo, y a esto añadió “No dejes que eso suceda”, “No es un deporte de espectadores. Es generado por las personas. Podemos decir ‘esto es / no es de lo que trata este movimiento”. Es el fruto de la lucha tanto de mujeres como de hombres que siempre han estado posicionados en contra del acoso sexual de primer y segundo orden, el conjunto de voces de personas diversas para superar los mecanismos que han mantenido a las víctimas silenciadas y debilitadas. Es un movimiento social que crece poderoso y que concilia una adhesión casi unánime de la sociedad.
El Diario Feminista ha publicado numerosos artículos y noticias sobre este movimiento, apoyando y empujando el éxito de #MeToo desde su aparición y a lo largo de 2018. Recogió su impacto en el artículo Repercusión del #Metoo como uno de los cambios sociales más relevantes de este año. ¡Y en 2019 vamos a más!
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