El pasado 26 de noviembre la comunidad científica fue sorprendida con una noticia que despertó mucha controversia: el científico He Jiankui afirmó haber creado los primeros bebés del mundo modificados genéticamente. El objetivo de dicha modificación era conseguir la resistencia a una posible infección futura con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). De ser cierto este anuncio, sería un salto profundo de la ciencia y la ética.

La técnica utilizada para la edición genética es conocida como CRISPR y, como la mayoría de las herramientas, puede ser empleada para usos muy positivos, pero también cabe la posibilidad de entrar en un territorio increíblemente controversial. Este es el caso del investigador de Shenzhen. Al poco de anunciar este avance científico, las opiniones y críticas de investigadoras sobre la ética y la seguridad de su investigación no se hicieron esperar.

El problema principal se halla en que la técnica se considera prematura y peligrosa para la edición genética en embriones. Por un lado, CRISPR no es tan específica como se creía y puede producir mutaciones indeseadas en otras regiones del genoma. Por otro lado, estas mutaciones indeseadas se transmitirán a las generaciones siguientes con consecuencias imprevisibles. Al tratarse de experimentación humana, muchos científicos calificaron este avance como una irresponsabilidad, tal como recientemente ha publicado la revista Nature. Más información y opiniones, en este vídeo.

Después de la controversia generada, fue el Gobierno de la China quién tomó la palabra anunciando la prohibición de los experimentos de edición genética con fines reproductivos en China (en Europa y EE.UU. ya estaban prohibidos). Aunque en esta ocasión pueda parecer que la técnica se usaba para una buena finalidad, lo que se esconde en ella es la posibilidad de crear “bebés a la carta”. Si es verdad que un científico ha conseguido crear un bebé resistente al SIDA, ¿existe la posibilidad de crear bebés con el color de los ojos predeterminado?

Este tipo de hallazgos nos hace pensar que, aunque los avances en ciencia son cruciales, el respeto al código ético está a la misma altura.