Las chicas y chicos quieren que las personas adultas, especialmente las personas que somos referente en espacios de educación formal e informal, les mostremos más respeto y no ejerzamos intimidación ni tipo alguno de violencia entre nosotras.
Los informes que denuncian la violencia que se ejerce en menores son muchos y cada vez existen más organismos trabajando en ello desde la diversidad de sectores (educación, sanidad, familia, etc.). La intención es visibilizar un problema arraigado a lo largo de la historia de la humanidad, que tiene cada vez más posibilidades de erradicarse.
Anti-bullyingalliance, una coalición de organizaciones e individuos que están unidos contra el bullying, ha realizado en Inglaterra una encuesta sobre el acoso escolar en la que preguntó a 1.001 chicas y chicos entre 11 y 16 años. Una reflexión importante que aporta es que aproximadamente el 40% ven a las personas adultas ejerciendo violencia de algún tipo unos a otros, cara a cara, en las redes sociales o en la televisión. Un dato similar, pero a pequeña escala, sorprendía a una escuela valenciana cuando en el curso 2013-2014 analizaron con mayor fuerza la situación de la convivencia del centro educativo de cara a una introducción mayor de las evidencias científicas. Un 54% del alumnado expresaba que su preocupación más importante sobre la convivencia del centro eran algunas actitudes del profesorado como los gritos. Por otro lado, el estudio en Inglaterra resaltaba también que casi la totalidad (98%) del alumnado expresaron que mostrar respeto entre sí es muy importante y reconocieron que es posible ser respetuoso incluso cuando no se está de acuerdo. Un dato importante que abre posibilidades de transformación al evidenciar que, aunque sabemos lo que queremos no conseguimos llevarlo a la práctica todo lo que desearíamos. Sobre esta posibilidad de transformación, el papel de las personas adultas al frente de la educación de las chicas y los chicos, es esencial.
Martha Evans, directora de Anti-Bullying Alliance, para reducir el acoso escolar de chicas y chicos, también a aquellos con necesidades educativas especiales, decía:
“Si un número considerable de niños dice que ve a los adultos intimidar y ser irrespetuosos unos con otros, tenemos que preguntarnos si los adultos podrían hacer más para actuar como modelos a seguir para los niños y niñas. Esperamos que los adultos, así como los escolares, tomen en serio el mensaje de ‘elegir respeto’ y lo pongan en práctica incluso en situaciones en las que no estén de acuerdo con otra persona. Ser intimidado puede cambiar la vida de un niño; siempre debemos revisar nuestro propio comportamiento, especialmente en relación con los niños y las niñas, para asegurarnos de que envíe un mensaje positivo hacia el respeto”.
Todavía muchos espacios familiares y educativos perciben la violencia como una parte inevitable y arraigada de la condición humana, imposible de evitar ante determinadas circunstancias. Esta excusa, justifica a las personas, incluso a las personas preocupadas por la educación de las niñas y de los niños, a dejarla emerger, aún en pequeñas dosis, en la relación con las chicas y los chicos. La justificación de la violencia potencia una de las adicciones más difíciles de superar y ejercerla en cualquiera de las circunstancias siempre abre una puerta a que se vuelva a realizar, en mayor o menor medida.
Algunas formaciones que se imparten para la superación de la violencia de género y la creación de espacios libres de violencia en la infancia siguen insistiendo en la inherencia de la violencia a la persona, pero la existencia de muchas personas que jamás la han ejercido nos demuestra lo contrario. Lo que sí puede parecer es que la socialización en ella, transmitida durante cientos de generaciones, nos dificulte detectar con facilidad que es causa de una mala socialización que hasta termina configurando nuestro carácter, tanto desde las interacciones sociales que en nuestro entorno se han vivido y valorado, como las promovidas por los medios de comunicación. Cuando no la erradicamos 100% y lo antes posible, cualquier indicio de violencia tiende a silenciar los mejores instintos y sentimientos de las chicas y los chicos, creando modelos y contextos que incorporan la violencia como una parte natural a la persona.
Tal y como se recoge en el informe citado anteriormente, las chicas y los chicos nos exigen a las personas adultas a erradicar la violencia, a no ejercerla ni justificarla.
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