“Hay algo que me resulta muy tranquilizador en la presencia de una mujer, alguna extraña influencia, incluso sin estar enamorado, que no consigo explicar del todo, pues no tengo una opinión muy elevada de su sexo. Y aún así me siento siempre de mejor humor conmigo mismo y con todo lo demás si tengo una mujer a mi lado”.

Esto escribió el poeta romántico, contradictorio a su pesar. No tenía una opinión elevada del sexo femenino y sin embargo reconocía que la presencia de una mujer le reconfortaba. No ha sido el único hombre a quien le ha dolido, le duele, admitir la valía de las mujeres en sus diversos aspectos. Lord Byron puso sobre el papel tales pensamientos a principios del siglo XIX, hace cerca de doscientos años, un hombre libertino y amoral amigo de Percy y Mary Shelley. Valga imaginar que fue durante el verano en que los tres convivieron en Suiza cuando Byron se sinceró consigo mismo redactando el esclarecedor párrafo. Valga imaginar que la personalidad de Mary Shelley ejerció sobre él la “extraña influencia” que experimenta y hace que se sienta de mejor humor.

Mary les sobrevivió a ambos, muerto Shelley a los 29 años y Byron a los 36. La existencia de la escritora no fue fácil. Embarazada a los 16 años, tres hijos muertos prematuramente, deudas, ostracismo, pero era hija de una mujer extraordinaria, Mary Wollstonecraft. Esta publicó, a los 28 años, Pensamientos sobre la educación de las hijas, abogando por el conocimiento como la forma de conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. Mary no conoció a su madre, fallecida a los 38 años de edad tras el parto, pero heredó de ella la inteligencia y la fortaleza de espíritu. En una época en que a las mujeres se las quería invisibles más allá del hogar, ella luchó como escritora y como madre de su único hijo superviviente, Percy Florence Shelley, que alcanzó la edad de 70 años. Casi un milagro en aquella época y, en especial, ante los antecedentes familiares.

El propio Lord Byron nos ha dejado un lamento demostrativo de cuán diferente era el contador de la vida hace dos siglos y actualmente. “A los veinticinco años, cuando lo mejor de la vida ha quedado atrás, uno debiera ser algo”. Albricias, pues, porque ahora a los veinticinco años queda por delante lo mejor, porque las mujeres son cada vez menos invisibles, porque continúan siendo la presencia tranquilizadora que Lord Byron apreciaba sin saber porqué.

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