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El gobierno francés se propone extender legalmente la reproducción asistida tanto a mujeres solas como a parejas lesbianas. Las legislaciones europeas divergen en este punto, siendo así que, al igual que Francia hasta el momento, ni Italia ni Alemania la permiten. En cambio, en el Reino Unido y en España es legal, aquí desde 2006. Para las y los amantes de la libertad de decisión sobre el propio cuerpo puede considerarse un avance social, mientras que quienes tienen en cuenta asimismo el fruto de tal libertad lo ponen en cuestión. Es precisamente en este vector en el que se apoya la Iglesia francesa para impugnar la ampliación más allá de las parejas heterosexuales.

Uno de sus argumentos es que la inseminación artificial de mujeres en solitario o lesbianas elimina por completo la referencia paternal, lo cual resulta negativo para el ser humano que nacerá. Por un lado el conservadurismo y por otro la minusvaloración de las mujeres se oponen a los procedimientos que los avances científicos permiten.

El matrimonio entre un hombre y una mujer, o al menos la unión consensuada heterosexual constituyen el único núcleo familiar merecedor de que les sea confiado el nacimiento de una criatura. Esto por una parte, por la otra, ni la familia monoparental femenina ni, seguramente aún menos, la familia lésbica garantizan que el hijo o la hija crezcan adecuadamente.

Así razonan los obispos franceses al confrontar el proyecto de ley que ha de acabar con las restricciones actuales. Es probable que no consigan poner coto a la ampliación, como tampoco lograron, en mayo de 2013, impedir el reconocimiento del matrimonio homosexual. Se hace patente, a fin de cuentas, que ni la ciencia admite barreras que no sean estrictamente éticas y ecuánimes, ni el empoderamiento de las mujeres como personas autosuficientes tiene freno.

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