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Muchas personas nos sobrecogemos cada vez que leemos una noticia referente al asesinato de un o una menor que vivía en contexto de violencia de género. El pasado viernes un hombre apuñaló a su hijo cuando se interpuso para evitar que su madre fuese agredida, en Aranjuez. Este fin de semana, un hombre mató a su expareja e intentó atropellar a sus hijas, hiriendo de gravedad a una de ellas, en Girona. El peligro constante con el que conviven hoy en día muchos niños y niñas en hogares donde se da violencia de género, así como las graves consecuencias que esta situación tiene para ellas y ellos, hace que cualquier afirmación que generalice la repetición de patrones sea especialmente cruel.

El compromiso en la lucha contra la violencia de género debe llevarnos a reclamar extrema rigurosidad a la hora de hablar sobre violencia de género. Las graves consecuencias que tiene esta lacra social nos obligan a ello. Todos aquellos y aquellas que en algún momento se han sumado a la moda, al titular fácil, a la teoría simplista… de que aquellos niños y niñas que viven en contextos de violencia tienen muchas probabilidades de ser futuros maltratadores y maltratadoras revictimizan a los y las más vulnerables.

Para poder demostrar esta cruel afirmación necesitaríamos, en primer lugar, identificar a toda, o al menos buena parte, de la infancia que vive en contextos de violencia de género. Esto es algo que sabemos que actualmente no ocurre, y sobre lo que tanto instituciones como sociedad en general se muestran enormemente preocupadas. Existen casos de personas adultas que ejercen violencia y vivieron en un contexto de violencia de género durante su infancia, igual que existen casos de hombres maltratadores en cuyo contexto familiar nunca se ejerció la violencia de género. Lo que sí está claro es que todas aquellas personas que no reproducen ese patrón, precisamente por el hecho de no reproducirlo, son muy difíciles de identificar. Estas personas no son atendidas por ningún servicio, no son recogidas en ningún expediente y, por lo tanto, son invisibilizadas.

¿Hay alguna investigación científica que haya contabilizado a todas aquellas niñas y niños supervivientes que actualmente rechazan la violencia? No por ahora. Es posible que, teniendo en cuenta la importancia que está cobrando esta realidad en un futuro tengamos datos al respecto, gracias a alguna investigación longitudinal. Mientras esos datos no llegan, las opiniones o los estudios de caso no nos sirven para realizar generalizaciones. Urge proteger a aquellos niños y niñas que viven en contextos de violencia de género, pero no revictimizarlos. Necesitamos llevar a cabo una socialización preventiva con toda la infancia para que rechacen cualquier tipo de violencia de género procedente de medios de comunicación, grupo de iguales… y, por supuesto, también de la familia. Y en el desarrollo de todas estas acciones no podemos olvidar a todos las y los valientes que se enfrentan cada día a la violencia, que la rechazan siendo niños y niñas y la rechazarán en un futuro, a quienes no ponemos nombre, ni forman parte de estadísticas porque no responden a “la transmisión generacional de la violencia”.

Invito a que todas aquellas personas que han copado las tertulias en medios escritos y audiovisuales a base de revictimizar a esta infancia rebatan este artículo con evidencias científicas. En caso contrario, pido que no aprovechen un tema tan doloroso, como son las consecuencias de la violencia de género en la infancia, para ganar unos lectores o tener su minuto de gloria televisivo. Quienes luchamos por los derechos de la infancia y para superar la violencia de género no cesaremos en nuestra denuncia para protegerlos y protegerlas.

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